Franco Nembrini, rector del centro escolar “La Traccia”, empezó el segundo encuentro de la serie “Lo que despierta lo humano” presentando a su amigo Aleksandr Filonenko: «Me sorprendió de él el hecho de haber conocido a alguien que en todo aquello que ve reconoce un origen, uno que se deja hacer por las cosas que suceden, porque reconoce el inicio y se conmueve». Ambos docentes contaron experiencias que les han hecho ser cada vez más conscientes de la gracia que es la vida cristiana.
Filonenko comenzó narrando su infancia: «Fui un niño soviético educado en el comunismo; aprendí que la religión era inútil y aburrida, pero el encuentro con el padre Pavel Florenskij me cambió por completo, porque su testimonio me hizo comprender que el cristianismo es un modo nuevo y más interesante de ver la realidad».
Escapó así de la mentalidad dominante que hablaba de la religión como un paliativo, como una droga necesaria sólo para los enfermos y ancianos. «Tenía que responder a la pregunta que se me había abierto en el corazón: ¿Qué hacía que ese hombre estuviera así de vivo?». A este encuentro siguieron otros tantos que llevaron a la creación de obras como Emmaus, nacida de la amistad con Rosalba y de su casa de acogida para jóvenes madres sin recursos, que reconocía el valor único de cada persona y que le llevaron a estar cada vez más activo en la vida social.
En este contexto, Filonenko se encontró con Comunión y Liberación: «Cuando conocí el movimiento, comprendí la importancia de reconocer a Cristo en cada encuentro, porque cada encuentro lleva dentro la profundidad evangélica y es oportunidad de encontrarnos con Él». Esta conciencia se hacía todavía más radical después del encuentro con una niña enferma que conoció a través del proyecto Emmaus, una asociación que ayuda a personas con dificultades. La niña, que llevaba mucho tiempo en diálisis, era consciente de que pronto moriría. «La pequeña sólo quería compartir con alguien su vida, y allí – continuó Filonenko – descubrí que el cristianismo es esta posibilidad de compartir el destino, porque los hombres tienen necesidad de alguien con quien compartirlo».
Según el ponente, el hombre soviético vive como un huérfano: «Todo el sistema se construía sobre las figuras de padres terribles, y nosotros no sabíamos qué era realmente la paternidad hasta que Dios nos mandó a Franco Nembrini».
Filonenko contó cómo con su amigo Franco le había descubierto tres cosas: que el padre es aquél que te enseña las cosas por las que merece la pena vivir, que los hijos perdonan todo a los padres y que los padres son también santos que llevan en el corazón la alegría del perdón.
Nembrini finalizó conmovido compartiendo la experiencia de misericordia hecha por una amiga que durante muchos años estuvo huyendo de la relación con el Misterio, al que encontró de nuevo con el perdón recibido de un viejo sacerdote: «El inicio está siempre en este perdón, que se introduce en la historia de alguien». Y, refiriéndose a Dante, afirmó: «Dante en el canto XXXIII del Paraíso pide a la Virgen que haga desaparecer las nubes. La Virgen se lo concede y allí Dante ve un rostro: el rostro de Dios, que le hace volver a encontrarse a sí mismo; descubre también la alegría por el hecho de estar vivos y no por los resultados que tenemos prefijados en la vida».
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