El ciclo de cuatro conferencias dedicadas a testimonios en la línea del lema del Meeting, “Una emergencia: el hombre”, fue introducido por Tobías Hoffman, profesor de Filosofía Medieval en la Catholic University of America. «Conocí al profesor Tianyue Wu en un congreso de Filosofía el año pasado, y me quedé sorprendido de su profunda fe católica. Así que quise invitarle a venir al Meeting de Rimini. Creo, que para entender mejor la cultura y el pensamiento occidental, es necesario entender primero cómo viven los filósofos y los hombres de cultura oriental y testimonian la cristiandad en su contexto sociológico».
Tianyue Wu, profesor del departamento de Filosofía en el Institute of Foreign Philoisophy de la Universidad de Pekín, abrió su intervención con algunas consideraciones históricas respecto a los orígenes del cristianismo en China: «En nuestra nación hay cerca de de seis millones de cristianos católicos, es verdaderamente un misterio que se arriesguen a practicar la fe en un contexto cultural tan diferente al occidental».
Wu continuó con un examen histórico en profundidad. «Confucio predicó siempre a sus discípulos la importancia de respetar las entidades sobrenaturales, pues se creía que vigilaban la vida del ser humano». Cuando el cristianismo aterrizó en China con los Jesuitas, guiados por el padre Matteo Rici al inicio del 1600, tuvo una gran acogida en la corte de los soberanos. «Al principio los jesuitas se acercaron mucho a los confucianos – recordó el docente – dando permiso a los fieles cristianos para continuar realizando los ritos orientales incluso después de haberse convertido; sin embargo, esto no gustó a muchos de sus rivales, que persuadieron al Papa para abolir tales prácticas en oriente. Fue sólo a partir del pontificado de Pio XII cuando se permitió a los cristianos de oriente mantener relación con el confucianismo».
Cuando en el año 1948, después de la Segunda Guerra Mundial, Mao Tse Tung y los comunistas alcanzaron el poder, las prácticas religiosas fueron prohibidas, según la idea marxista de que la religión es el opio del pueblo, y el ateísmo fue predicado por toda la nación. «Sin embargo en 1978 el gobierno implantó una política de apertura, con una reforma en 1979 que permitió abrir todas las iglesias católicas».
Después de la introducción histórica, el profesor Wu se centró en su propia experiencia: «Nací y crecí en una provincia sudoccidental de China. Mi abuelo estudió en una misión católica, era muy practicante y de joven pensó en hacerse sacerdote; sin embargo, volvió de un viaje con un fuerte dolor de cabeza... Y decidió convertirse en médico». El cuidado de la casa, contó el profesor, fue confiado enteramente a la abuela, también profundamente religiosa: «La nuestra era una familia con un buen nivel cultural, pero las misas resultaban una pesadilla pues eran recitadas por completo en latín».
«La muerte de mi abuelo – prosiguió Wu – movió mi conciencia: para despedirlo velamos a su lado durante tres días y tres noches, y después de su muerte algunos de mis familiares más cercanos entraron en el seminario. Yo no tenía dudas, encontré en la religión un gran consuelo, empecé a leer los textos del predicador inglés John Bunyan y de San Agustín, decidiendo inscribirme en la facultad de Filosofía». Cada zona de la China meridional, añadió, puede inscribir a un número determinado de jóvenes en las facultades universitarias. «Yo resulté ser el primero, y recuerdo que muchos de mis compañeros de la universidad inscritos en economía buscaban trabajo temporal por las tardes para poder mantenerse y pagar los estudios. Yo, en cambio, prefería llenar mi mente con la lectura de los filósofos occidentales, atraído más por el sentido práctico de su pensamiento y de la aplicación del mismo a la vida cotidiana que por la profundización en los pasajes teóricos».
Según Wu, los departamentos de filosofía chinos tienen grandes carencias, se concentran en la teoría de la filosofía clásica o de la moderna, más que en la actualidad cotidiana del pensamiento. Por esto, después de algunos meses, Wu se mudó a Bruselas para profundizar en los estudios de Santo Tomás y en el pensamiento cristiano medieval. «Después volví a Pekín, donde comencé a enseñar en la universidad en la que había realizado mis estudios», finalizó. La historia de la vida de Tianyue Wu resume la valentía de profesar la fe cristiana en un contexto tradicional muy diferente al occidental y de dedicar la vida entera a profundizar en los estudios filosóficos y en el cristianismo mismo.
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