Dicen estar dispuestos para atacar a Estados Unidos con armas nucleares. Los generales norcoreanos suben el tono y la comunidad internacional no sabe qué pensar. Nunca se ha sabido mucho de lo que sucede en los palacios de Pyongyang. Y desde que, hace dos años, subió al poder el joven Kim Jong Un, la lectura de lo que sucede se ha hecho aún más difícil. Hoy Corea del Norte «ya no sólo tiene eslingas: cuenta también con cabezas atómicas y misiles de largo alcanza que pueden llegar a las bases norteamericanas del Pacífico y Hawaii», dice Vincenzo Faccioli Pintozzi, analista de Asianews: «Pero a nadie le interesa que la situación se precipite».
¿Cómo se explica la escalada de las últimas semanas?
Existen varias lecturas que se complementan entre sí. La primera es que el nuevo dictador Kim Jong Un aún no ha culminado su toma de poder. El aparato militar sobre el que se fundamenta el régimen era completamente fiel a Kim Il Sung y muy cercano a su hijo Kim Jong Il, pero no se puede decir lo mismo de su joven nieto. Los generales habría preferido a su tío Jang Song Thaek, al que consideran uno de ellos. Por tanto, Kim Jong Un utilizaría este brazo de hierro para obtener la confianza de los líderes del ejército, sin la cual corre el riesgo de sufrir un golpe de Estado. Luego hay que considerar la situación interna del país, que es desesperada.
¿En qué sentido?
La situación económica y social está verdaderamente al límite. Basta pensar que el año pasado, por primera vez en cincuenta años, hubo una pequeña manifestación de protesta. No contra el régimen en sí, porque nadie pone en discusión el sistema, sino para pedir un poco de ayuda por parte del Estado. Se protestaba por el hecho de que el ejército secuestra el 30 por ciento de las ayudas humanitarias que llegan al país gracias a las organizaciones cristianas. Da la impresión de que Kim Jong Un teme que el sistema quede obsoleto y de que prefiere morir antes que perder el poder.
Pero en el ámbito de las relaciones internacionales el suyo parece un movimiento sin sentido.
Otra interpretación es que en realidad se trate de una maniobra colateral para volver luego a las conversaciones sobre el desarme nuclear, interrumpidas desde 2008, con una carta en la manga mucho más fuerte: «No sólo tenemos arsenal nuclear, sino que podemos alcanzar a Estados Unidos». Se trataría, en definitiva, de subir el precio del desarme. Estoy seguro de que la guerra en realidad no la quiere nadie. Un ataque sería el fin inmediato de Kim Jong Un.
Entonces se trata de una táctica.
Los norcoreanos son imprevisibles. Las inteligencias occidentales excluían categóricamente el tercer test atómico que luego se hizo. Es verdad, Pyongyang lleva años amenazando con un ataque, pero esta vez tiene armas atómicas. Aun así, creo que no existe un riesgo real de que llegue más allá de ciertas escaramuzas en la frontera con los surcoreanos. En 2010 Pyongyang hundió una corbeta de la marina surcoreana y murieron cincuenta marinos. No hubo reacción alguna, aparte del bloqueo temporal de las ayudas humanitarias.
¿Qué papel tiene China en este contexto?
China es el último factor que ha desestabilizado una situación que ya era bastante precaria. El mes pasado, Pekín, por primera vez, votó en contra del gobierno de Pyongyang en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Los norcoreanos viven con un dólar al día y no tiene mucho sentido castigarles con la prohibición de exportar capitales. Sin embargo, la nueva posición de los chinos resulta significativa porque demuestra que el nueva líder no está dispuesto a servir como aval de un joven del que no se sabe mucho. Hasta tal punto que los norcoreanos han acusado a China de haber sido engañada por los imperialistas norteamericanos. Dicho esto, tampoco en Pekín quieren que la situación se precipite.
¿Por qué?
Por una parte, si estalla una guerra, en todo caso, la península coreana se reunificaría. Y si eso sucede, de los 22 millones de norcoreanos al menos 10 se irían a China. Serían diez millones de personas hambrientas y profundamente ideologizadas que entrarían en China sólo porque es comunista. Y Pekín no quiero que esto suceda. El otro motivo es que China ya es propietaria de Corea del Norte, pues posee el 85 por ciento de los recursos económicos presentes en el país. Si la situación se hace inestable, los chinos perderán sus beneficios.
¿Qué debería hacer la comunidad internacional?
Corea del Norte está en manos de un hombre imprevisible que no sigue ningún tipo de lógica. Y la situación es complicada. Pero no estamos ante la Alemania nazi. La situación humanitaria es aún más grave que la política, y nadie hace nada. Los únicos que llegan a hacer algo son los cristianos, católicos y protestantes. Las organizaciones internacionales deberían mirar su conciencia y pensar que lo que tienen delante no es sólo una gran base militar. Allí hay un pueblo entero que se muere de hambre, y no se puede seguir así.
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