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Lo que sirve es un «pensamiento nuevo»

Alessandro Banfi
11/02/2013
Giuliano Poletti.
Giuliano Poletti.

Al final, la Comisión Europea ha cerrado el caso de la exención fiscal al no profit del impuesto sobre el incremento de valor de los terrenos de naturaleza urbana y del impuesto sobre los bienes inmuebles. Sin embargo, en Europa la batalla cultural, legislativa y política, sobre esta cuestión sigue abierta. También Giuliano Poletti, presidente de la Lega delle Cooperative, líder de todo ese mundo de las empresas sociales que nacen de la tradición socialista y comunista italiana, es bien consciente de ello. Originario de Ímola, Poletti ha rechazado recientemente presentarse en las listas del Partido Democrático de Izquierdas (PD) para las próximas elecciones. Su “no, gracias” se debe al compromiso asumido con el plan unitario de la “Alianza de las Cooperativas”, que implica a los “blancos” de la Asociación Confcooperative, un proyecto que culminará en 2015 junto con su mandato. Pero que se debe también a lo que él llama un «“pensamiento nuevo” sobre el Tercer Sector en Italia y en Europa» y a la necesidad de no dejar que se aprovechen las dificultades económicas para castigar al no profit. «El riesgo», dice Poletti a Huellas, «es que se aproveche la crisis para reestructurar de manera traumática todo el sistema. Y hay otro riesgo aún más grave: negar completamente el pluralismo de las formas de empresa. Parafraseando a un Papa del pasado, me gustaría decir que es una grave injusticia tratar de la misma manera a quienes son desiguales. Esta es la idea de fondo. El no profit, por su naturaleza declarada y perseguida, opta por un comportamiento virtuoso con respecto a los demás. Pero también con respecto al sistema. En cambio, me parece que en Italia existe una tentación miserable de simplificar al máximo el discurso: o eres una empresa estatal, por lo tanto pública, o eres una empresa privada. No hay nada en el medio. En esta concepción padece también el mismo concepto de mercado. Digo miserable porque es en primer lugar una concepción de miseria cultural».

Pero entonces, señor Poletti, ¿qué es lo que distingue el no profit como opción cultural de fondo?
El no profit parte de una idea de sociedad más justa. De una exigencia difundida de equidad social. Ahora bien, esta equidad no tiene sólo implicaciones de carácter ético y moral. O político. El no profit entra en juego en el ámbito de la economía real y del cambio en un sentido positivo. Empezando por el mercado: un mercado que excluya esta presencia, este elemento, acaba siendo tan sólo el terreno de las especulaciones y de las “burbujas”. El campo de la explotación más cínica, del darwinismo social. Al mismo tiempo, la idea de que el Estado equilibra el mercado mediante la tasación, los impuestos, se está revelando totalmente infundada, impotente… Cuando la injusticia alcanza ciertos niveles, el uso de la tasación diferenciada resulta insuficiente. He aquí por qué una forma más ecuánime de empresa es fundamental para todos. Y por qué resulta monstruoso concebir la vida económica de nuestros países europeos con dos únicos jugadores: el Estado y el mercado.

¿Cuál es el sujeto que falta?
La sociedad es el tercer sujeto que no debe ser excluido. En la práctica, luego, sociedad significa asociaciones, grupos, empresas sociales, cooperativas que mueven voluntarios, ciudadanos, trabajadores, recursos… En este sistema de relaciones entre estos tres sujetos, la economía funciona mejor. ¿Con qué objetivo para todos? Una mejora, una mayor eficacia y eficiencia de la economía. Por tanto, la batalla sobre el pluralismo de las formas de empresa es crucial. Batalla cultural, pero que debe llegar al ámbito de las leyes del Estado. La eficiencia no es sólo concurso, competición. En un concurso, gana uno solo entre mil y los otros 999 se quedan fuera. El «pensamiento nuevo» consiste en sustituir el co-operar, el co-actuar, la solidaridad, la mutualidad a la competición.

El razonamiento contenido en la famosa sentencia del Consejo de Estado es: no basta ser una empresa no profit, sin ánimo de lucro, porque de todas formas se entra en el mercado comercial y se modifica la competencia. Por lo tanto, hay que pagar el IBI como lo pagan todos los demás competidores…
Pero es una locura. Lucro o no lucro, ¡cambia todo! En relación con el mercado, por ejemplo, si mi objetivo es ganar dinero, es una cosa: pensad en los inversores, en los Bancos, en los competidores… Si yo en cambio no persigo ese objetivo, todo es radicalmente distinto. No reconocerlo es un grave error.

¿Falta una confianza de fondo en la sociedad?
La idea de que los ciudadanos se auto-organicen se considera una consecuencia de ciertas subculturas del pasado, como un resto del ideal comunista que pretendía hacer empresa sin contar con un dueño, o como residuo de la doctrina social de la Iglesia. Es preciso explicar que estamos hablando de sujetos autónomos de empresa social, que generan un retorno muy fecundo sobre el sistema económico y social. Un retorno de mayor equidad, de mutualismo, de pluralismo, de altruismo, que empapa una justa cultura de empresa. Que templa, naturalmente, los excesos del mercado y del Estado.

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