Antes del viaje se escrutan los horarios,
los enlaces, las paradas,
y las reservas (de habitación con baño
o ducha, sencilla o doble o un apartamento);
se consultan
las guías Hachette y la de museos,
se cambian divisas, se separan
francos de escudos, rublos de kopecs;
antes del viaje se informa
a algún amigo o pariente, se controlan
maletas y pasaportes, se completa
lo necesario, se adquiere un excedente
de cuchillas de afeitar, eventualmente
se echa una ojeada al testamento, pura
superstición porque los desastres aéreos
hoy son rarísimos;
antes
del viaje se está tranquilo, pero se sospecha que
el sabio no se mueve, y que el placer
del retorno pueda costar demasiado caro.
Después se parte y todo está OK, y todo
sale bien y es inútil.
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Y ahora, ¿qué será
de mi viaje?
Demasiado cuidadosamente lo he estudiado,
sin saber nada de él. Un imprevisto
es la única esperanza. Pero me dicen
que es una estupidez decírselo.
Eugenio Montale
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