Rosalind no pensaba que pudiera existir algo así. Y, sin embargo, en el fondo de su corazón esperaba verlo algún día. Había acudido a la comida de Navidad del Banco de Solidaridad invitada por una compañera del trabajo. “Estoy impresionada”, decía a cada momento, cada vez que le presentaban a alguien. No paraba de hacer preguntas. Por la tarde, cuando volvió a casa no dejaba de pensar en ello. Tanto es así que cuando vino su ex marido para dejar a los niños se puso a contarle todo lo que había visto. Ahora tanto ella como su ‘ex’ quieren ser voluntarios del BdS.
¿Qué fue lo que impresionó a Rosalind? El espectáculo de la gratuidad. Sucedió de nuevo el pasado domingo en el colegio Newman, en el distrito madrileño de San Blas, donde se habían reunido casi 250 personas, entre voluntarios y familias necesitadas que reciben la caja de alimentos en su casa cada mes, cifras que crecen cada año.
La jornada comenzó con la Misa. La capilla del colegio se quedó pequeña para toda la gente que había acudido. En la homilía, Ignacio Carbajosa recordaba que la ley de la vida no consiste en que cada uno recibe lo que da. La ley de la vida es la gratuidad. Todos los que estamos aquí hemos recibido un abrazo infinito. Y todos podemos amar sin límite gracias a Aquel que vive entre nosotros. Estas palabras se nos harían carne delante de nosotros durante todo el día.
Luego, todos a comer. En el comedor, jaleo de niños, charlas animadas, muchos encuentros... Los chicos del curso de Hostelería del Centro Hispano-Dominicano servían las mesas con una alegría y amabilidad que llamaba la atención. En las cocinas, César se las veía y se las deseaba para dar de comer a todo el mundo. Al final, nadie se quedó con hambre...ni sin postre. Habían venido algunas familias enteras. “No sólo han repetido los que vinieron el año pasado, es que han venido cuatro o cinco familiares más, porque les han dicho: no os lo podéis perder”, contaba Pablo, uno de los voluntarios del Banco.
En pocos minutos otros voluntarios recogieron y retiraron las mesas para formar un gran círculo. En el centro, Carlos, Chema y Tito interpretaban canciones del folclore andino. Después llegó el turno de los villancicos populares.
En medio del bullicio, Manuel Eusebio, responsable del Banco de Solidaridad alzó la voz para citar a Benedicto XVI: “Por los Evangelios, vemos cómo Jesús se interesa por cada situación humana que encuentra, se sumerge en la realidad de los hombres y de las mujeres de su tiempo con plena confianza en la ayuda del Padre”. Es esta misma confianza en el Padre lo que hace que los voluntarios del BdS se sumerjan sin miedo en cualquier situación por muy dura que sea.
Encima de una larga mesa esperaba una montaña de regalos envueltos en papel brillante. Habían sido donados para los niños de las familias que reciben la ayuda del Banco. “¡Este año hemos conseguido ocho!¡Más que nunca!” le dice entusiasmado uno de los pequeños a su hermano. El hijo de uno de los voluntarios, de 13 años, se queda impactado al ver la emoción de los niños al coger los regalos. Será difícil borrar este recuerdo de su mente.
Después del reparto de los alimentos, la gente volvía a casa con el corazón lleno de agradecimiento por la belleza de la jornada. Como esa mujer que le escribía después un correo a la pareja de voluntarios que le lleva la caja para decirles: “Queridos Lucas y Cristina, os agradecemos inmensamente vuestra atención, solidaridad y amistad. ¡¡Os queremos!!”. Hace un año, Lucas se encontró a esta señora pidiendo por la calle. Un día antes de la comida de Navidad, cuando la mujer se enteró de que se iba a celebrar Misa, propuso a su nieta de ocho años que se confesara: “Mañana vas a hacer la Primera Comunión”. Y así ocurrió. Después pidió que le dijeran el nombre del sacerdote y del colegio para poder hacer unos recordatorios.
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