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La sorpresa de los catalanes

Jorge Martínez
04/12/2012
Mitin electoral de Artur Mas.
Mitin electoral de Artur Mas.

El pasado 11-S, día nacional de Cataluña, salió a la calle en Barcelona alrededor de un millón de personas. Hacía mucho que en Cataluña no veíamos a tanta gente junta bajo el mismo ideal. Apoyándose en ello, tras la escenificación de un ultimátum al gobierno español en pro de un pacto fiscal que no fue aceptado por Mariano Rajoy, el presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, hizo una convocatoria anticipada de elecciones autonómicas. Su eslogan electoral fue “La voluntad de un pueblo”. Intentaba obtener la mayoría absoluta que no consiguió en 2010 y liderar el camino de la nación catalana hacia su Estado propio.
En una situación de crisis y carestía económica como la que vivimos, a través de una campaña mediática fortísima, el independentismo se ha auto-propuesto como el remedio ante una España que – según afirma – explota y expolia a Cataluña. Abriendo una brecha en el pesimismo, la apatía y el desarraigo que atenazan nuestra sociedad, ha renacido el amor a la propia tierra, a la lengua, la conciencia de pertenecer a un pueblo, la posibilidad de una construcción común. Frente a ello, el Gobierno español y sus medios de comunicación más afines han puesto el acento en la importancia de la Constitución y en la ilegalidad de cualquier convocatoria unilateral de un referéndum acerca de la independencia de Cataluña.
«Ser catalán es el único modo de ser españoles que los catalanes conocemos», afirmó el profesor Jordi Cabanes, director del colegio Cardenal Spínola de Barcelona, en el encuentro sobre historia de Cataluña promovido por la CdO Barcelona. Dado que el aumento del paro, los recortes y la disminución de las prestaciones del Estado de Bienestar han sido uno de los detonantes más importantes de la crisis política, el segundo de estos encuentros corrió a cargo del profesor Joan Corona, catedrático de Economía Aplicada en la Universitat Abat Oliba CEU. En esta ocasión presentó el análisis de la balanza fiscal, que resulta negativa para Cataluña. De ello no deducía que hubiese que dejar de ser solidarios con otras zonas más pobres de España, sino que la solidaridad, con el fin de ser educativa, «debería ser limitada en la cantidad y en el tiempo» en función de su utilidad para mejorar la competitividad de la zona. Sobre lo que no quedó ninguna duda es que en caso de ruptura entre España y Cataluña saldríamos perdiendo todos, también en el ámbito económico. Por último, el profesor Josep María Castellà, profesor de Derecho Constitucional, y Helena Torroja, profesora de Derecho Internacional Público, ambos de la Universitat de Barcelona, mostraron la frágil legalidad de la propuesta secesionista del presidente Mas. Presentar como opcional el cumplimiento de la ley basándose en el apoyo de una amplia franja de la población cuestiona las bases del Estado de Derecho. Ningún Estado federal contempla el derecho de secesión: en algunas situaciones está prevista la posibilidad de convocar un referéndum, pero es siempre competencia del estado e implica una pregunta muy clara que evite cualquier ambigüedad.
Tras esto han llegado las elecciones. Los sondeos parecían apuntar a que CiU se acercaría a la mayoría absoluta. Sin embargo, el resultado final nos ha sorprendido a todos: ha pasado de 62 a 50 escaños. Pese al batacazo con respecto a sus expectativas, la nueva situación del Parlamento es de mayoría independentista. Mientras que los representantes de los partidos con una concepción más fuerte de la unidad de España también suben, aunque permanecen en clara minoría. Los resultados están todavía por analizar y habrá que ver qué pactos y qué gobierno surgen de este nuevo parlamento. Poco después de las elecciones, un editorial de Páginas Digital señalaba cómo «estas elecciones muestran una Cataluña políticamente muy atomizada y socialmente dividida casi por mitad entre los que son partidarios de seguir en España y los que quieren alguna forma de descuelgue, con tendencia a que estos últimos sean la mayoría. Una situación de este tipo requiere propuestas políticas y fiscales imaginativas. Está claro que el marco de la Constitución está superado y que si se quiere resolver de algún modo la situación es necesario proponer marcos institucionales nuevos. Es una tarea que tiene por delante el Gobierno del PP. ¿Por qué no aceptar el federalismo? ¿Por qué no proporcionar ‘rasgos diferenciales’?”. El deseo de construcción común, la creatividad a la hora de afrontar los problemas, la apertura al bien que supone quien está al lado y es distinto, suponen un cambio para todos: “la realidad es positiva porque pone en marcha a la persona».
Una crisis política que paradójicamente se convierte en una oportunidad, una ocasión de crecer en la conciencia de sí y de cuál es el verdadero bien que podemos ofrecer a nuestra sociedad. Como le ha pasado a Laia. «A mí, que he sido catalanista toda mi vida, y atea casi toda mi vida (añado esto porque es relevante), que Catalunya tenga una Constitución propia, mi lengua sea más respetada y (supuestamente) el nuevo Estado tenga más dinero, no me va a quitar el mal (no hablo tanto del dolor como del pecado) que hay en mi propia vida. Entonces, si la independencia, el referéndum de autodeterminación, o lo que sea, no son pasos hacia aquella libertad gracias a la cual merece la pena vivir, que sólo me puede dar la fe; si puede ser un falso infinito a través del cual creer que yo genero mi propia felicidad; si, además, tiende a provocar la separación entre unos pueblos que, por más mal entendidos que estén, tienen un vínculo muy superior al de ‘naciones vecinas’ y quizá deberían reconstruirlo en lugar de separarse, entonces no es algo que me interese. A nivel personal – por lo que tampoco quisiera obligar a nadie más que a mí –, yo vivo de este choque constante entre lo que yo creo que es mi libertad y la libertad que me da el Señor, y también del choque entre personas que pensamos muy distinto pero a quienes el Señor nos ha puesto en una misma casa, perteneciéndoLe desde el mismo lugar, y llego a quererles. No quiero que se me quite este privilegio, y no deseo que se le quite a nadie tener una experiencia como ésta. Ni mucho menos que se dificulte aún más encontrar dónde es posible vivir algo así». Seguimos en esta lucha.

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