“La sonrisa de la libertad”. Es el título de la exposición sobre “Santo Tomás Moro, la política y el bien común”, realizada por la Fundación Costruiamo il Futuro, instalada estos días en el Parlamento italiano.
«Bienaventurados aquellos que saben reírse de sí mismos», afirmó Mario Monti, presidente del Consejo, durante la inauguración, citando la “oración” del canciller de la corona, «porque nunca dejarán de divertirse». Subrayaba así la necesidad de todo político y gobernante (santo Tomás Moro es patrón de ambos desde que el 31 de octubre de 2000 Juan Pablo II así lo proclamara) de tomar una cierta distancia irónica respecto a su tarea, y hacerlo con esa sonrisa que asoma a los labios del hombre que es libre. El presidente del Consejo invocó después su protección citando un pasaje de su Utopía, donde añora la vida de esa isla imaginaria cuyos habitantes «tienen pocas leyes» y deplora la de aquellos «países cuyas leyes tienen tal abundancia y oscuridad que impide que sus ciudadanos las puedan leer y comprender».
La Utopía, dijo durante el acto inaugural el ministro de Cultura, Lorenzo Ornaghi, no es una isla que no existe, «es el lugar que la política debe construir con libertad, creatividad y responsabilidad», frenando el proceso de degeneración al que estamos asistiendo y que amenaza con apagar esta sonrisa. De Utopía como «capacidad de proyectar» habló también monseñor Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, explicando que el hombre político no se puede limitar a «gestionar la realidad», sino que debe saber mirar más allá, aventurarse «en el ideal que la sociedad necesita», guiado por el principio que hizo de Tomás Moro el hombre que fue: su conciencia. «Todo reclama a la conciencia del sujeto, al corazón. Pero la conciencia no es dada de una vez para siempre, en la conciencia se crece, se madura un juicio que siempre tenga en cuenta el binomio de la verdad y la libertad».
«La información y la política están, deberían estarlo, al servicio de la libertad», afirmó Marco Tarquinio, director del periódico Avvenire, indicando que, cada vez que se pone en peligro la dignidad de la política («tanto por parte de quien se dedica a ella como por parte de quien la ataca»), lo que está en juego es «la batalla por la libertad y la conciencia». Y puso como ejemplo «el recurso que se ha presentado en Europa contra el derecho a la objeción de conciencia, el ataque más serio a la idea misma de civilización y de convivencia» (la ONG International Planned Parenthood sostiene que en Italia hay demasiados médicos objetores que no garantizan el derecho al aborto, ndr).
Un mundo enemigo de la verdad y de la conciencia es la antítesis de la vida de Tomás Moro, que fue, según palabras de Edoardo Rialti, comisario de la exposición, esencialmente “un amigo”, que consideraba la amistad como «el octavo sacramento». «Amigo del hombre, amigo del Estado que gobernaba, amigo del rey que lo mató». Y lo ejemplificó con una anécdota sobre la relación entre Enrique VIII y su canciller: «Después de discutir con él todo el día sobre el reino y sobre las decisiones que había que tomar, a menudo el rey le llamaba también después de cenar para hablar con él de filosofía y de arte. Tomás Moro le invitaba a subir a la azotea y mirar las estrellas. Esta apertura a la totalidad, al infinito, es esta amistad con Dios que le convirtió no sólo en un “hombre para todas las épocas”, sino también en un hombre para todas las generaciones».
Maurizio Lupi, vicepresidente de la Cámara, quiso recordar que este «hombre político, uno de los pocos a los que uno se puede referir con propiedad con el término de estadista, llegó a ser santo porque vivió su humanidad hasta el fondo. Necesitamos testigos que nos indiquen un camino, y así podemos entender cómo y cuánto tiene que ver la fe con la política. No porque dé una serie de prescripciones, sino porque ofrece un gran juicio ideal para concebir la democracia. Si la democracia consiste sólo en el consenso popular o en el favor del rey, antes o después desaparece. Tomás Moro nos ayuda a comprender qué es lo que más necesitamos hoy: un lugar donde continuamente podamos ser educados en una tensión ideal que es lo único que puede dar moralidad a la política».
Esta exposición itinerante erstará en el Vaticano durante la Jornada Mundial de los Políticos para el Año de la Fe, cuya fecha aún está por determinar.
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