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Dios y Darwin, ¿incompatibles?

Carla Vilallonga
22/08/2012

Ian Tattersall, investigador emérito de Antropología en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, y William E. Carrol, experto en teología y ciencia en la Facultad de Teología de la Universidad de Oxford se han dado cita en la mesa redonda titulada “La evolución biológica y la naturaleza del ser humano”, moderada por Marco Bersanelli, profesor de Astrofísica en la Universidad de Milán.

"Desde el punto de vista biológico, el hombre es el punto de llegada de una grandísima historia de millones de años. El hombre es el último fotograma de esta historia". Con estas palabras de Ian Tatersall ha comenzado el encuentro. El experto en fósiles ha querido comunicar que ha habido un punto en el tiempo en el que el hombre ha empezado a tener un sentido de infinito. Ese hombre de hace aproximadamente cuarenta millones de años, tan similar al simio, de pronto comenzó a comportarse de un modo diferente a éste. Lo primero que hizo distinto fue dar forma a piedras para poder utilizarlas como utensilios de cocina, caza, etc. Pero lo verdaderamente rompedor, la verdadera novedad, es la aparición del arte rupestre, que demuestra un inicio de sentido de infinito del Homo Sapiens. Y una novedad que nadie puede negar es la invención del lenguaje, consecuencia de la necesidad del hombre de tener un pensamiento simbólico para que lo que siente no quede en una abstracción. Es la capacidad simbólica lo que ha llevado al hombre a tener un sentido de infinito. Y esta capacidad no está al principio de la conciencia humana, sino que acontece: es un evento antes que un proceso.
William E.Carroll ha abordado el tema partiendo de que, para reflexionar sobre la naturaleza y la fuente de la vida, son necesarias estas tres disciplinas: la teología, la bilogía y la filosofía. Ninguna de ellas, dice, puede prescindir de las otras dos. Ha declarado que evolución y creación están peleadas entre sí, y que esto no ha hecho más que traer "religiones, juicios y pensamientos rivales".
"Para saber qué significa ser humano hay que comprender qué significa ser creado". E.Carroll ha explicado, basándose en Tomás de Aquino, que "todo depende de Dios como causa; crear es ser la causa radical. Si ahora mismo Dios no fuese la causa, no seríamos nada". E.Carroll habla de la creación como una intervención divina de la naturaleza: como un acto divino que es, Él mismo, la fuente directa de la naturaleza. "La evolución no necesita una explicación", continúa el estudioso de Oxford, alegando que hoy es posible comprender todos los procesos del universo desde el inicio, desde el Big Bang, gracias a la ciencia contemporánea. Sin embargo, señala, lo que sí requiere de una explicación es de qué está constituido el ser humano, qué es, algo que no se puede descubrir sin recurrir a la filosofía ni a la teología.
Termina su intervención diciendo que Dios y los cambios naturales no están en contradicción, es más, "Dios deja que la naturaleza tome su curso según un proceso del que Él mismo es la causa".
Marco Bernaselli cerraba el encuentro concluyendo en algunos puntos: la necesidad de diálogo entre unas y otras disciplinas, el hecho de que la comunidad científica esté empezando a darse cuenta de que la ciencia sola no basta para explicar al ser humano y el hecho de que la ciencia ayuda a responder en parte a las preguntas últimas de la existencia.
Finalmente, Bernaselli ha declarado que "dependemos continuamente de un Misterio que, a cada instante, no hacer ser, que hacer ser a cada flor y a cada estrella del universo", y que "el cosmos alcanza su cima en la autoconciencia del yo". El delito más grande que el hombre podría cometer sería, termina Bernaselli, "ignorarse a sí mismo".

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