Ignacio Carbajosa y Giorgio Buccellati verifican la hipótesis de que la realidad es positiva a lo largo de la historia del Antiguo Testamento, en una mesa redonda moderada por Davide Perillo.
¿Venimos de Uno que ha pensado en nosotros y nos ha creado para conocerle, y que existe desde siempre, o procedemos de la nada y, por lo tanto, nuestra vida no tiene ningún fin? ¿Nos reconocemos como seres dependientes de un Misterio que nos da la vida, o bien como independientes de todo, autosuficientes, sin sentir que le debemos nada al origen del todo? ¿Creemos que la vida es un acontecer de cosas cíclicas, como se puede ver en la repetición de las estaciones del año, de los ciclos de la mujer, del día y la noche, o que hay algo más? En caso de reconocer la existencia de un Creador, ¿es Él para nosotros un fabricante de personas, naturaleza, etc., o es, en cambio, Uno que nos sostiene a nosotros y a todas las cosas instante tras instante?
"Y vio Dios que era bueno". Este es el juicio que los hebreos hicieron sobre Dios, que se ha revelado como amante del hombre. Si Dios creó todo y vio que era bueno, ¿entonces por qué existe el mal?
Para los mesopotámicos, el mal nunca se ve como una elección consciente como consecuencia de una resistencia a lo Bueno, a la Belleza. ¿Y para nosotros? En dicha cultura el mal tampoco es un problema: se interpreta como algo que no depende del hombre, como algo que viene dado por la divinidad, como algo que es la realidad misma. Es decir, los mesopotámicos no ven que la realidad sea positiva ni negativa: lejos de decidir tomar una posición, ven la realidad como neutra. Una realidad que no habla, que no es, que no significa nada. Una realidad que no interroga.
En la Biblia también acontece el mal. Pero el pueblo elegido, a diferencia de los mesopotámicos, toma una postura: la realidad, que es Dios, es positiva; es el hombre quien escoge ejercer la violencia o la opresión. Pero el mal no es la última palabra porque, como el pueblo de Israel partía del juicio de que "vio Dios que era bueno", entendió que era el ser humano el que se equivocaba.
¿Y por qué se equivoca el ser humano? ¿Por qué, si todo es bueno, realizamos -y tantas veces- el mal? En el Libro de la Sabiduría está escrito que es porque la envidia del demonio introdujo la muerte en el mundo.
Como el único ser dotado de conciencia y libertad, el hombre tiene, a cada instante de su vida, la posibilidad de elegir entre hacer el bien o el mal, esto es, entre ser libre o prisionero. El rey David escogió lo primero tras haber cometido su crimen."Sálvame de mi pecado", le pedía al Creador. Y es que el perdón reconstruye, la misericordia divina viene al encuentro del hombre.
Este abandono en el Infinito puede causar vértigo. Muy bien lo sabían en Mesopotamia, donde se procuraba vivir exactamente del modo contrario: intentando controlarlo todo. Reduciendo todo hasta tal punto que dentro del amor no era posible la justicia, que cada cosa tiene su lugar, sin tener la posibilidad de estar integrada en ninguna otra cosa más grande ni de relacionarse con otras cosas.
En la Biblia es la historia de Abraham la que marca un antes y un después, la que ilumina el origen de esa percepción última de la positividad de la realidad. En un tiempo y un lugar concretos, el Misterio privilegia a un hombre, a quien manifiesta un querer y revela Su voluntad. El fiarse de este Misterio y abandonarse a Él convierte a Abraham en un hombre nuevo que, desde ese momento, vivirá determinado por su relación con el Infinito. Con esta llamada su vida se convierte en vocación, y su vocación, en tarea. La vida se convierte en una tarea, en una respuesta a esa llamada, en una historia de espera y cumplimiento.
Ahora nos toca preguntarnos a nosotros: ¿es la naturaleza del hombre, verdaderamente, relación con el Infinito? ¿Me percato de que soy relación con él cada mañana, al levantarme, y a lo largo de cada día, en cada instante? ¿Me abandono a ese Misterio que me supera, o trato de ignorar que existe y decido yo cómo es la realidad? Porque no es la realidad la que decide la postura que debemos tomar ante ella: cada día el Infinito, que ha entrado en la Historia para ayudarnos a mirar la realidad tal y como es, nos pide nuestro "sí". Nosotros decidimos si ser como Abraham y movernos en función del estupor que Él provoca, o ser como los mesopotámicos, en un intento de controlar lo que no está hecho para ser controlado.
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