En vísperas de las elecciones norteamericanas, monseñor Lorenzo Albacete y el periodista Michael Sean Winters encuentran una esperanza en el provocador mensaje de Benedicto XVI al Parlamento alemán. Con el «corazón dócil de Salomón» se puede hacer política.
Para los americanos, es normal juzgar las acciones mucho más que los discursos. Quizás sea algo propio de nuestra naturaleza, pero rara vez nos satisfafce un discurso que no se pueda llevar inmediatamente a la práctica, sobre todo en tiempos de necesidad. Esto vale tanto para la política como para la enseñanza de la Iglesia. Por tanto, no es extraño que un americano escuche el discurso de un político, o el sermón de un pastor, asienta con la cabeza e inmediatamente después se dirija al orador, en voz alta o personalmente: «Está bien, comparto tu punto de vista, ¿pero qué es lo que hay que hacer? ¿Cuál es el próximo paso?».
Es por eso que monseñor Lorenzo Albacete, como siempre, nos ha vuelto a sorprender: «Es un problema de escucha», nos ha dicho. Al afrontar la cuestión de la tensión entre el contenido y la necesidad de su puesta en práctica, nos ha recordado que el Papa, antes que nada, nos reclama a escuchar. Para Benedicto XVI, la acción más importante que podemos realizar como seres humanos es ponernos a la escucha de nuestro corazón, y esta es también la clave para hacer más digna la política. El segundo orador continuó por la misma senda. Un experto muy conocido, Michael Sean Winters, que volvió a mostrar su gratitud por su amistad con Albacete, el tipo de maestro – como afirma en un blog en el que ha escrito después del acto – capaz de «reconducirte a una parte de tu vida que habías dejado, distraído en otras preocupaciones, y en este retorno te lleva a descubrir un amor perdido hace tiempo, como la moneda o la oveja perdida de las parábolas».
Todos estábamos allí por el mismo motivo, impresionados por lo que se estaba diciendo, como si fuera algo nuevo que habíamos dado por descontado. Cada uno de nosotros estaba allí con todo su corazón, abierto de par en par ante las palabras de Albacete, convencido de que verdaderamente lo más importante es escuchar. «La dignidad de la política nace de un corazón a la escucha, porque sin un corazón que escuche la política acaba separándose del hombre y de la inteligencia de su corazón, y así pierde su dignidad», afirmó Albacete. En su discurso al Parlamento alemán, el Papa nos recordó que al joven rey Salomón Dios le concedió formular una petición. No pidió «éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos», sino que pidió: «Un dorazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir el bien del mal».
Albacete subrayó que hoy es más importante que nunca reconocer que la justicia, y no el éxito, es el verdadero objetivo de la política, y que la justicia sólo es posible si el hombre es capaz de distinguir entre el bien y el mal. «Por eso – continuó Albacete – necesitamos la capacidad de discernimiento que el Papa llama “corazón dócil”, el único instrumento capaz de distinguir lo que parece ser justo de lo que es verdaderamente justo». Michael Sean Winters, famosos periodista y columnista experto en el ámbito católico, reflexionó sobre el tiempo que ha pasado trabajando con los candidatos. Hizo algunas consideraciones sobre la posibilidad de que el reclamo del Papa a escuchar el propio corazón pueda ser aplicable, o incluso que pueda tener influencia alguna, sobre la política americana.
Su punto de partida era aparentemente negativo al respecto. Los políticos americanos están «simplemente demasiado ocupados para escuchar su corazón». La mayor parte de su tiempo están ocupados en buscar fondos, y si tuvieran tiempo, hay que recordar que «todo candidato, en primer lugar, es enviado a Washington, donde le viene dicho que su tarea no es “escuchar su propio corazón” sino ser portavoz de las posiciones que el partido le encarga comunicar». Al mismo tiempo, Winters no pudo evitar reconocer que su corazón estaba conmovido por lo que había escuchado decir a Albacete. «De la crisis, a veces surgen buenas noticias – afirmó – y el Santo Padre, al referirse en su discurso a la crisis medioambiental, vio en ella una oportunidad, como ha subrayado Albacete». Los cristianos no sólo «tienen una mejor perspectiva para afrontar los problemas de la ecología con respecto al liberalismo clásico», sino que las nuevas generaciones se han cansado de las propuestas sin vía de salida por parte de la cultura moderna y empiezan a encontrar «la propuesta de un humanismo cristiano mucho más atractiva» y capaz de responder a las necesidades actuales.
Albacete se mostró de acuerdo con él y explicó que sólo Cristo responde al corazón del hombre y lo reanima, mostrándole cómo escuchar y responder a la realidad tal como esta le llama. Me parece que esto es precisamente lo que Albacete hizo con nosotros. Estaba poniendo en marcha nuestro corazón, desafiándonos para que reconsideremos las palabras del Papa y verifiquemos si la escucha puede realmente iniciar una forma de política nueva y más responsable. Ambos oradores terminaron señalando el hecho de que «la situación actual es dramática». Albacete nos puso en guardia: «Hoy corremos el peligro de pensar que el positivismo, que hunde sus raíces en la “ley” y en los “derechos” puede ser la respuesta a todos nuestros problemas; no puede funcionar con la experiencia humana completa, ni con los deseos del corazón del hombre, ni, por usar palabras de Giussani, con el sentido religioso».
Sólo la escucha de nuestro corazón nos permitirá comprender con más claridad sómo afrontar los desafíos políticos que tenemos por delante. Sin un corazón a la escucha como primera preocupación, nuestra acción será como la de todos y terminaremos perdidos en la ideología y en movimientos que, lejos de responder a nuestra necesidad, nos hacen cada vez más extraños a nosotros mismos y nos dejan en manos de una política privada de dignidad y significado. La compañía de Albacete ha sido la confirmación del método de la escucha: cada uno de nosotros, aquella noche, fue guiado hacia un nuevo modo de mirar a la política y a nosotros mismos.
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