Las debilidades de los Hermanos Musulmanes. Un nuevo presidente “comisionado”. Pero el objetivo de los militares no parece ser un régimen autoritario: «Quieren limitar el poder de la Hermandad». Entrevista a Tewfik Aclimandos, especialista en política egipcia
Egipto, tras la proclamación de la victoria de Mohamed Morsi, el candidato presidencial de los Hermanos Musulmanes, sigue siendo un país lleno de enigmas. De ahora en adelante, asistiremos a la dialéctica entre islamistas y ejército: un brazo de hierro que podría generar un régimen democrático, uno religioso, o una dictadura militar. En cualquier caso, será “en nombre” de la revolución de la plaza Tahrir.
Para Tewfik Aclimandos, egipcio melquita, investigador de Historia contemporánea del mundo árabe en el Collège de France de París y observador atento de los equilibrios de poder en El Cairo, los Hermanos Musulmanes no han sido capaces de ofrecer garantías suficientes para ganarse la confianza de su país. Es por eso que el ejército ha reaccionado “comisionando” a su presidente.
Egipto tiene hoy un presidente de los Hermanos Musulmanes, la junta militar ha disuelto el Parlamento y ha asumido el poder legislativo. La situación es muy incierta. ¿Cómo se ha llegado a este punto?
Morsi ha ganado las elecciones libres. El Parlamento ha sido disuelto porque la ley con la cual se eligió ha sido juzgada inconstitucional en el Tribunal Supremo. Pero ya se sabía que era inconstitucional. Los observadores occidentales quizá no se dieron cuenta, pero es algo que se sabía. Se trataba de una ley escrita bajo ciertas presiones políticas. El problema es: ¿por qué la sentencia llega justo en este momento? Aquí se plantea la cuestión de la connivencia entre justicia y ejército. Desde el punto de vista jurídico, la magistratura tiene razón, no se trata de un pretexto: esa ley es inconstitucional. Pero si no hubiera connivencia con los militares, la sentencia de inconstitucionalidad se habría dado a conocer hace varios meses, no en vísperas de la segunda vuelta de las presidenciales. Creo que los militares han querido dar tiempo al Parlamento para que se desacreditara por sí solo, para demostrar que no funcionaba tal como estaba. Los Hermanos Musulmanes tenían la mayoría de los escaños en el Parlamento. La ley electoral, como sucede en muchas otras democracias, les había asignado la mayoría absoluta a pesar de que habían recibido la mayoría relativa de los votos. Se trata de un sistema para garantizar la gobernabilidad de un país. El problema es que los Hermanos Musulmanes han tratado de forzar la situación y hacerse con todo el poder, como ha sucedido en la Asamblea Constituyente, que de hecho se ha disuelto por esta razón. La confusión de este momento depende de los sujetos políticos implicados, todos tienen su parte de responsabilidad. La Constituyente ha fracasado por culpa de los Hermanos Musulmanes, el Parlamento se ha disuelto por culpa de quien redactó la ley electoral, y el clima de sospecha es culpa de los militares. No creo que el timing haya sido muy inteligente. Naturalmente, el candidato de los militares era Ahmed Shafiq, pero me pregunto si la decisión de disolver el Parlamento entre dos turnos presidenciales no le habrá perjudicado más que favorecerle.
¿El nuevo presidente aceptará gobernar con “poderes limitados”?
No, sin duda. Combatirá metro a metro para ampliar su poder. Y, hasta cierto punto, para eso podrá contar también con el apoyo de la plaza. Por un lado, el de la plaza; y por otro, el de Estados Unidos. También tratará de arañar espacios de poder que en realidad no le corresponderían, pero también es posible que Morsi y el ejército hayan llegado a un acuerdo. El presidente podría aceptar el principio según el cual los militares ocuparían el ministerio del Interior, mientras que otras cuestiones habría que lucharlas una a una.
¿Cree que Morsi aceptaría incorporar en su gobierno a miembros de los partidos liberales, como Mohamed El Baradei?
Es difícil prever lo que decidirán hacer los Hermanos Musulmanes, porque tienen que gestionar dos frentes contradictorios: el interno y el externo. Si quieren asegurarse el apoyo de la clase media y de los Estados Unidos, tendrán que dejar espacio a los liberales, sin duda. Sin embargo, si quieren contentar a sus bases, es difícil que cedan poder. Hoy los periódicos dicen que Morsi estaría negociando con una importante personalidad del frente liberal para confiarle la presidencia del Consejo. Sería un gesto importante hacia la corriente liberal, pero estas negociaciones también son un modo de ganar tiempo. El problema es uno: si excluímos al ejército, la única fuerza organizada del país son los Hermanos Musulmanes. A pesar de que no sean mayoría, los Hermanos intentan hacerse con el poder antes de que se cree una concurrencia política real. Por eso, lo que está haciendo el ejército (con sus intereses, pero quién no los tiene) es proteger a las demás fuerzas políticas del país. Egipto está en un momento en el que las decisiones que se tomen pueden ser irreversibles, pienso por ejemplo en los acuerdos internacionales. Está claro que los Hermanos Musulmanes no están cómodos, puesto que sustancialmente se les ha puesto bajo tutela como a las minorías: se les trata como una fuerza política en la que no es posible confiar plenamente. Pero esta impresión se ve reforzada por el modo en que durante estos meses se han comportado en el Parlamento.
¿El objetivo del ejército es hacerse con el poder y volver a un régimen autoritario o limitar el abuso de poder de los islamistas?
No creo que quieran volver a un régimen autoritario. Aunque durante una revolución, nunca se sabe, porque los hombres pueden acabar muy cansados y muy nerviosos. Lo que ciertamente quieren hacer es limitar el poder de los Hermanos Musulmanes. La Hermandad es una potencia tal que podría hacerse con el control de toda la maquinaria estatal. Y si llegase a eso, no está claro lo que nos podríamos encontrar.
¿Cree que el ejército aceptará el resultado de las elecciones?
Sí, lo han dicho y lo harán. El ejército ha desarrollado su estrategia apoyando a unos más que a otros, pero no cometerá fraudes electorales strictu sensu. La estrategia del ejército, que muestra toda su fuerza y todos sus límites, es la de utilizar las elecciones democráticas en contra de la revolución. Es decir, jugar la carta de la transición democrática para neutralizar, debilitar y destruir el proceso revolucionario. El proceso revolucionario es una relación forzosamente guiada por una vanguardia, una minoría que quiere imponer su proyecto para el país. Mientras tanto, la democracia es la dialéctica entre la mayoría y la minoría, y normalmente la mayoría (la que a veces se llama “mayoría silenciosa”) está en posiciones conservadoras. El ejército ha usado las elecciones libres contra la revolución, pensando que había que cambiarlo todo para que todo siguiera igual. Esto explica por qué las elecciones han sido libres y, al mismo tiempo, por qué en ciertos casos el ejército no ha vacilado a la hora de disparar sobre los manifestantes. Sin embargo, este cálculo pone de manifiesto sus limitaciones: de hecho, los resultados tanto de las legislativas como de las presidenciales han premiado a una fuerza revolucionaria (es decir, minoritaria) como los Hermanos Musulmanes. Y aquí veremos la capacidad del ejército para adaptarse a las circunstancias e intentar mantener su poder.
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