El líder de los Hermanos Musulmanes, nuevo presidente de Egipto. Pero quedan muchas dudas por resolver. Según el profesor egipcio, «las elecciones democráticas son una victoria, ¿pero pueden convivir el islam y la libertad?»
«Morsi es el político más desafortunado de Egipto, porque ahora tendrá que responder de forma concreta a las exigencias de la población, sobre todo desde el punto de vista económico. El 50% de los egipcios le quiere poner a prueba... Los islamistas caerán en la cuenta de que la libertad es su peor enemigo». Son declaraciones a AsiaNews de Wael Farouq, profesor musulmán del Instituto de lengua árabe en la Universidad americana de El Cairo, en relación a la reciente victoria de Mohammed Mursi, líder del partido Justicia y Libertad, brazo político de los Hermanos Musulmanes, en las elecciones presidenciales, derrotando a Ahmed Shafiq, ex primer ministro del gobierno de Mubarak, con el 52% de los votos.
Wael Farouq ha sido uno de los intelectuales más presentes en la revolución de los jazmines y desde febrero de 2011 trabaja con grupos de contacto y diálogo entre varios estudiantes cristianos y musulmanes de su universidad. Subraya que el resultado de las elecciones ganadas por los islamistas es un signo positivo para Egipto, pero representa también una derrota de los ideales de los jóvenes de la plaza Tahrir. «La victoria de Morsi sobre Shafiq – afirma – demuestra que el cambio iniciado con la caída de Mubarak continúa. Pero al mismo tiempo es una derrota. Los islamistas no representan en absoluto los ideales y exigencias expresadas por los jóvenes egipcios durante más de un año de manifestaciones».
En la primera vuelta electoral, Morsi consiguió casi 5,5 millones de votos, que corresponden al número de afiliados a los Hermanos Musulmanes egipcios y a los salafistas residentes en Egipto. Según Wael, este dato demuestra que ningún musulmán moderado le votó. Pero en la segunda vuelta, la población se vio obligada a elegir entre dos realidades extremas: los militarers, expresión del viejo régimen, y los islamistas. Lo cual ha sido causa de división en los partidos liberales. El miedo a un retorno al pasado ha hecho que casi ocho millones de personas votaran por los radicales islámicos. Entre ellos, muchos seguidores del Movimiento 6 de Abril, uno de los principales grupos nacidos de las manifestaciones en la plaza Tahrir.
«En Egipto – explica Wael Farouq – se dice que cuento una persona quiere comer algo que no es comestible, lo mezcla con limón para no sentir su sabor. La mayor parte de los egipcios que ha optado por Morsi dice haber “utilizado el limón” para poder votar. Durante los días de las elecciones, por las calles se bromeaba diciendo que se habían agotado los limones porque la población había decidido votar a los Hermanos Musulmanes». El profesor opina que la hermandad ha perdido muchos apoyos desde las elecciones parlamentarias que ganó con más del 60% de los votos.
«En estos meses – continúa – la población ha criticado mucho a los islamistas por su comportamiento ambiguo. En proporción respecto a votaciones precedentes, han caído casi un 20%. Lo que confirma que la libertad de palabra y pensamiento es el mayor enemigo de los radicales islámicos». «A día de hoy – añade – la mayor victoria de los egipcios son las elecciones democráticas. Por primera vez, el voto de 26 millones de personas ha sido escuchado. En tiempos del régimen, Mubarak ganaba siempre con el 90% de los votos».
Sin embargo, muchos egipcios son escépticos y temen que el resultado de las elcciones sea fruto de un acuerdo secreto entre el ejército y los Hermanos Musulmanes para repartirse el poder. «No se puede excluir la posibilidad de un compromiso entre ambos – señala Wael Farouq – y tal hipótesis es la mayor de nuestras preocupaciones». Según el intelectual musulmán, un acuerdo entre estas dos facciones tendría como rehén a todo el pueblo egipcio. De hecho, el nuevo presidente no representaría sólo a los islamistas y fundamentalistas, sino que sería el símbolo de la legitimación de un presidente apoyado por el Consejo supremo de los militares y por los fundamentalistas religiosos. Sin embargo, el profesor egipcio está convencido de que la revolución de los jazmines contra Mubarak representa un punto de no retorno para Egipto. «En estos meses – afirma – la última palabra ha sido siempre la de la plaza. Será difícil para quien llegue al poder privar a los egipcios de los pocos derechos que han ganado en más de un año de manifestaciones y protestas».
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