Queridos amigos: este es el momento de la persona.
Debemos darnos cuenta de Quién nos da la vida ahora, de Quién nos ofrece el punto de apoyo seguro para afrontar esta situación sin huir. Ahora las explicaciones penúltimas no sirven.
«Aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar», «Tú eres mi Dios»: es esta la expresión última de nuestra autoconciencia de hombres. ¿Quién soy yo? ¿Soy una parte de este todo que se desploma o soy otra cosa distinta?
Para estar delante de la realidad, cada uno se ve obligado a no quedarse en la apariencia. En esto se ve quiénes somos, dónde está nuestra consistencia. El terremoto puede ser la ocasión mediante la cual el Misterio nos hace tomar conciencia de nosotros mismos, preguntándonos a cada uno: «¿Os dais cuenta de quiénes sois y de Quién soy yo?».
A esta pregunta no se puede responder de una vez por todas. Hay que responder continuamente con un juicio que reconoce a Aquel que nos hace ahora.
Como nos decía don Giussani, yo soy «Tú-que-me-haces».
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