«La familia que acojo ha hecho un viaje de dos días. El problema es que sólo hablan inglés y, como bien sabes, no entiendo una palabra de lo que dicen...». «¿Y qué has hecho?». «Llamé a mi sobrina y le pedí que viniera a casa para hacer de traductora. Ha sido muy bonito». Mientras me dirijo al auditorio del FieraMilano City, escucho esta conversación entre dos mujeres que vienen detrás de mí y me conmuevo. Es el primer día del Congreso internacional teológico pastoral para el VIII Encuentro mundial de las familias. Las cifras son importantes: 6.000 personas de los cinco continentes llenan los pabellones y salas del recinto ferial. Les ves moverse en grupos, con camisetas del mismo color que llevan impreso su país de procedencia. No hay confusión, sino un clima festivo, el que nace cuando alguien se mueve por algo importante para su vida.
En la inauguración, los cardenales Angelo Scola y Ennio Antonelli recordaron el terremoto que ha sacudido la región de Emilia Romagna: «Queremos mostrar nuestra solidaridad con las familias de las víctimas del seísmo, encomendar al Padre a los que han muerto, asegurarles nuestra oración y nuestro apoyo material».
Después, en el saludo a los participantes, el arzobispo de Milán dijo: «La decisión de la Iglesia de convocarnos desde todo el mundo para reflexionar sobre los aspectos fundamentales de la experiencia humana señala claramente el recurso insustituible que supone la familia para cualquier persona y para la sociedad entera. Para los cristianos, la verdad es algo vivo y personal: se llama Jesucristo. Por eso la forma adecuada y convincente para conocer la verdad es el testimonio». Por eso el hombre y la mujer se unen en matrimonio y generan hijos, por un “más”, para ellos y para la sociedad. A pesar de los que sostienen que la familia tradicional es una institución ya superada.
Como destacaron, durante la primera mañana, el cardenal Gianfranco Ravasi en su reflexión sobre la familia en la historia de la salvación a través de la Biblia, y Luigino Bruni, profesor de Economía política en la universidad Milano-Bicocca, que señaló la necesidad de volver a poner en el centro de la economía el trabajo y la persona, en una época marcada por el dominio excesivo de las finanzas y el consumismo.
Las nueve sesiones de la tarde abordaron de forma articulada temas fundamentales, como la identidad de la familia actual, sus transformaciones y los desafíos que está llamada a afrontar. El auditorium y las salas se llenan de gente, algunos tienen que estar de pie. Es difícil elegir, todos los encuentros tienen aspectos interesantes. Me decido por la mesa redonda donde conozco a algunos de los ponentes. Es la presentación de la investigación realizada en varios países, promovida por el Pontificio Consejo para la Familia y titulada “Familia, recurso de la sociedad”. Pierpaolo Donati, profesor de Sociología de los procesos culturales y comunicativos en la universidad de Bolonia; Giovanna Rossi, profesora de Sociología en la Católica de Milán; y Francesco Belletti, presidente del Forum de las asociaciones familiares, presentan los resultados. Datos que demuestran que la familia formada por la unión de un hombre y una mujer con dos o más hijos es la que mejor asegura la satisfacción de sus miembros, porque crea más capital humano y social. En este sentido, es necesario desarrollar políticas de subsidiariedad en favor de la familia.
De vez en cuando se oye el grito de algún bebé, pero nadie se molesta ni se queja. No es una reunión de expertos, sino de personas que desean ser más conscientes de su propia especificidad y ser testigos.
Al terminar, puedo saludar a una gran amiga, Eugenia Scabini, profesora de Psicología de la Familia en la Universidad Católica. Va a intervenir en un encuentro titulado “Ayudar a los hijos a descubrir el sentido del trabajo”, con la familia Castillo, de España, y los Renard, de Francia. «Un gran desafío», le digo. «Cierto, Juan Pablo II describió a la familia “como primera escuela del trabajo”. Empezamos por ahí».
Antes de salir, doy un paseo por el pabellón, donde están instalados los stand y la exposición sobre los padres de santa Teresita. Es casi de noche, pero sigue lleno de gente. Al entrar en el metro, me para un hombre con una mochila del “Family2012”. Me enseña un billete con la dirección de destino: «¿Metro 1? ¿Aquí?». Lo leo: va a la misma parada que yo. Le digo con gestos que me siga. Se gira hacia una mujer con tres niños: «Vamos». En el tren me entero de que viene de Argentina. Antes de irse, me dice: «¿Con el Papa?». Sí, nos vemos con el Papa.
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