«¿Y usted cómo está, doctora?». Esta es una pregunta de las que más me sorprenden cuando me la hace algún paciente. Vas al hospital todos los días, es la rutina cotidiana, cuidas a los enfermos lo mejor que puedes, tantas veces dependiendo (como todos) de las circunstancias del trabajo, del cansancio cotidiano, del estado de ánimo de ese día… y de repente un enfermo se dirige a ti con esta pregunta. No sucede a menudo, pero hay algunos que lo hacen, que expresan de esta manera la necesidad de relacionarse con un tú, con una persona, no sólo con un profesional, aunque fuera el mejor profesional.
¿Qué significa mi trabajo? ¿Por qué resistir, todos los días, delante de tanto sufrimiento? ¿Qué pueden esperar mis enfermos de mí? En el encuentro con los profesionales de la sanidad del 2 de mayo, se ofrecían respuestas, respuestas a estos interrogantes que son de todos, pero que en la profesión sanitaria urgen de una manera especialmente viva. Decía Carrón: «Los enfermos nos devuelven la pregunta por el significado». «Si uno no afronta el sentido de su trabajo, ¿qué pasa en el tiempo? Que va a menos el deseo, la presencia del yo en lo que hace, y esto no es bueno para ti ni para nadie. Cuando uno está enfermo, le gustaría que le atendiese alguien que le trate como hombre, que se haga cargo de él. No es un problema técnico, sino de la persona. Si no afrontamos esta pregunta, nos hacemos más cínicos, y nuestro trabajo puede convertirse en nuestra tumba».
Y ¿cuál es el significado de mi persona? ¿Dónde puedo sostenerme? También se habló de esto: frente al lamento podemos tomar la opción de apoyarnos en la obra que construimos, en nuestros logros, en nuestra pretensión… pero esto sólo le puede bastar a un yo reducido, que olvida que todo lo que hace no basta para satisfacer la capacidad del alma. Julián nos recordaba que nuestra consistencia no está en nuestro éxito, ni en el lamento, ni en la solución de todos los problemas: «La vida del hombre consiste en el afecto que principalmente le sostiene, y donde encuentra su mayor satisfacción» (Santo Tomás). ¿Cuál es ese afecto que nos sostiene, dónde está nuestra consistencia?
Es necesaria una experiencia. «La cuestión es si hay un afecto que nos satisfaga tanto que nos sostenga. El problema es que la palabra “Jesús” para nosotros es abstracta, y entonces buscamos la satisfacción donde todos».
Verdaderamente tenemos un trabajo por hacer. A la pregunta de un amigo sobre cuál creía yo que era el punto decisivo después de haber escuchado a Carrón, le decía que me parece que lo fundamental es el trabajo sobre nuestro propio yo, sobre nuestra persona, porque sólo si nuestra presencia en el mundo sanitario es una presencia llena de humanidad y de esperanza, podrá ser un bien para todo el que nos encontremos, punto de apoyo y de provocación para las preguntas del hombre, ya sea enfermo o compañero de trabajo. Y como nos recordaba Julián, «esto nos interesa a todos, no solo a ti, también a los enfermos y a la sociedad».
Inmaculada Navas
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