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Manhattan y el horizonte de la política

Suzanne Tanzi
16/01/2012 - Mary Ann Glendon, una de las principales juristas americanas, profesora en Harvard y ex embajadora de Estados Unidos en la Santa Sede, protagonizó el acto inaugural, dedicado a la “Política como vocación”
Mary Ann Glendon con Benedicto XVI.
Mary Ann Glendon con Benedicto XVI.

Mary Ann Glendon, profesora de la facultad de Derecho en la Universidad de Harvard y ex embajadora americana en la Santa Sede, participó en el encuentro inaugural del New York Encounter, con una intervención sobre “Política como vocación”, una cuestión fundamental y de gran actualidad en un año marcado por las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, por la crisis económica, por la radicalización de los partidos y por un sinfín de interrogantes en el ámbito social. En su último libro, The Forum and the Tower (Oxford University Press, 2011), muestra su gran pasión y conocimiento en este tema, que aborda como un diálogo entre filósofos y políticos a lo largo de la historia.

Platón, Cicerón, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Rousseau, Tocqueville… ¿qué la animó a desarrollar un estudio tan profundo?
En primer lugar, quería conocer hasta qué punto estos filósofos habían puesto en relación sus propias ideas con los acontecimientos de su tiempo, y estudiar la forma en que sus ideas se fueron modificando al pasar de la teoría a la práctica. Por otro lado, siempre me ha impresionado el hecho de que muchos de mis alumnos llegan a la universidad con la intención de entrar en política y luego cambian de idea. Muchos filósofos y políticos se enfrentaron con las mismas preguntas que preocupan a los jóvenes de hoy, del tipo: ¿cuándo el compromiso político se convierte en compromiso moral?, ¿es realmente posible hacer algo distinto en política, o todos mis esfuerzos están destinados a ser vanos? Cuando Platón y Cicerón se enfrentaron al hecho de que la política es demasiado corrupta, afirmaron: esta es una razón más para implicarse, en vez de dejar la esfera pública en manos de los débiles y los malvados.

¿Es difícil desenvolverse en este ámbito, concretamente para un católico en América?
Lo que está en el origen de nuestra patria es un ejemplo clamoroso de cómo el encuentro de los políticos con la filosofía y la teología puede resultar muy fructífero, como podemos ver en el trabajo de Eleanor Roosevelt y Charles Malik al redactar el borrador de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, que refleja de un modo sorprendente el pensamiento social católico. Uno nunca sabe dónde terminará su trabajo, aunque no tenga resultados inmediatos. Por ejemplo, ¿cómo se iba a imaginar Cicerón que su obra cambiaría un día la vida de un joven pagano de diecinueve años en el África septentrional? Y sin embargo eso es lo que le sucede a san Agustín de Hipona, quien afirmó que al leer a Cicerón se enamoró de la filosofía, y después «mis pensamientos se dirigieron a Ti, oh Dios».

¿De dónde sacar la fuerza y el coraje?
Nadie puede negar que la política implica riesgos en el ámbito moral. Por este motivo, muchos se preguntan con preocupación: los compromisos y obligaciones que me exigiría ocupar un puesto relevante, ¿no me cambiaría hasta el punto de dejar de ser yo mismo? Pero si lees El progreso del peregrino, de John Bunyan, o Pinocho, te das cuenta de que cualquier viaje en la vida implica riesgos morales. Cada uno debe ver personalmente si puede afrontar la presión que implica la política. Y cuando uno crea que es lo suficientemente fuerte, debería mantenerse cuidarse – como un atleta – con la oración, la confesión y el apoyo de su familia y amigos.

¿Cuál es su recuerdo más significativo del periodo en que ha sido embajadora en la Santa Sede?
Cuando el Papa Benedicto XVI, en 2008, vino a Estados Unidos, estuve con el presidente Bush cuando fue a la base aérea de Andrews para recibirle. Fue un momento muy especial: era la primera vez que un presidente iba a recibir a un jefe de Estado extranjero en vez de esperarlo en la Casa Blanca. Cuando le preguntaron la razón por la que había decidido actuar de esta forma sin precedentes, Bush respondió: «Yo me muevo para recibir al Papa porque es el líder espiritual más grande del mundo».

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