El momento histórico que estamos llamados a vivir nos hace preguntas primordiales referidas no sólo a la economía de nuestros países, sino que son, en su base, preguntas de naturaleza cultural. La CdO desde el principio de la crisis económica siempre ha expresado un juicio claro y decidido sobre las causas culturales y las consecuencias político-económicas de las dificultades que estamos atravesando. Trato de resumir la cuestión, desde el punto de vista económico, en cuatro puntos:
1. Las nuevas economías:
Al comienzo del nuevo milenio se pensaba que el crecimiento económico de los países emergentes que entraban en los mercados internacionales y se proponían como nuevos participantes era la causa de los muchos problemas recogidos bajo el concepto de globalización. Oscilando entre líneas más defensivas y líneas más abiertas, los viejos países industrializados comenzaron lentamente a hacer cuentas con los nuevos competidores o socios, según las distintas valoraciones. Hoy sabemos que sólo una colaboración, con reglas seguras, puede ser la manera justa de implicar a estos países en un mercado internacional que sea una oportunidad de desarrollo para todos.
2. El enfoque liberal:
Al problema de las globalizaciones se añade después del 2007 la explosión de las contradicciones del mercado financiero. Esta crisis no es coyuntural o cíclica, sino consecuencia de un enfoque liberal que ha construido una serie de instrumentos financieros para obtener el máximo beneficio en el menor tiempo, usando y a menudo instrumentalizando la economía real. De este modo, la economía ya no se percibe como un intercambio de bienes y servicios que utiliza el dinero y el beneficio como instrumento, sino que el beneficio resulta el único objetivo. El valor para el accionista como único criterio ha reducido y a menudo sustituido el valor social de las empresas.
3. La deuda pública:
En los últimos decenios del siglo pasado la deuda pública de muchos Estados – y en parte también la deuda privada – había crecido hasta niveles imposibles de soportar. Este endeudamiento se generó para obtener fáciles acuerdos en un periodo breve. El interlocutor de la política no era ya un pueblo capaz de afrontar sacrificios, incluso grandes, sino una masa de individuos, a menudo reunidos en corporaciones de tipo lobby, a las que había que contentar para obtener votos; así no se afrontaron los cambios necesarios. Estados enteros cargaron sobre las espaldas de las futuras generaciones un peso enorme, sin preocuparse de las consecuencias. De hecho se expusieron más allá de lo absolutamente razonable al movimiento de los mercados financieros.
4. Una cuestión antropológica:
Hay también un problema antropológico de base: quererlo todo rápidamente, sin ninguna relación con el bien de los demás, promoviendo un individualismo institucionalizado, cada vez más desenfrenado, que niega contra toda razón cualquier interdependencia entre los hombres, y es irresponsable con respecto a las generaciones futuras. Y este no es un problema en primera instancia moral, sino un problema de la razón: va contra la evidencia negar lo relacional como elemento esencial de la vida humana y es contrario a la razón no admitir que la búsqueda del beneficio y el poder a toda costa aflige al deseo de justicia y verdad que cada uno lleva dentro de sí.
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