“¿Quienes son ustedes? Que de repente aparecieron en mi vida haciendo revivir la ilusión perdida que hace ya tiempo adormeció dentro de mí…”.Julio comienza a desgranar las estrofas de una canción que quiere dedicarnos a todos. Con su voz aguardentosa y una expresión mezcla de agradecimiento sincero y de emoción, capta rápidamente la atención del medio centenar de asistentes. Ha querido hacernos un regalo por todo lo que, dice, ha recibido de nosotros y para ello se ha subido a la tarima del salón de actos y, micrófono en mano, nos envía su particular adaptación de ¿Quién eres tú?, uno de los éxitos de su admirado cantautor brasileño, Nelson Ned.
Dos horas antes, como hace treinta y cinco años en el Palacio de los Matrimonios de La Habana, Julio esperaba la llegada de Zoila para contraer matrimonio. Y como hace treinta y cinco años, Julio la espera igual de nervioso e igual de enamorado. Y como hace treinta y cinco años, Zoila llega media hora tarde. Pero Julio, nervioso y seguro, espera confiado a los pies del altar, junto al Vicario Episcopal y a los sacerdotes de la Parroquia de San Juan Bautista, que oficiarán una ceremonia en la que se administrarán cuatro sacramentos.
Tras el Bautizo de Julio, vendrá su confirmación, después el matrimonio y, por último, Julio y su nieto Luis harán la primera comunión. Pero antes de esto, la homilía del Vicario Episcopal, tan sencilla como bella y certera: «Julio, el Señor ha estado cincuenta y seis años esperándote pacientemente, pero por fin te has encontrado con Él».
“¿Quienes son ustedes? Serán ángeles buenos o serán mi pecado, para saber si estoy cierto o equivocado, tan solo el tiempo es quien me lo podrá decir…”.Julio continua con su canción, rememorando el camino realizado durante estos treinta y cinco años. Un camino lleno de dificulta y dolor, pero también de belleza y felicidad. Un camino que les ha llevado hacia un territorio tan inimaginable para ellos, que les ha pasado por encima como un huracán caribeño, abriéndoles a unas expectativas que no son capaces de evaluar, pero que aparecen ante ellos cargadas de promesa.
Habían tenido que salir de Cuba para que su nieto, Luis, pudiera estar con su madre. Salen de Cuba con la única intención de entregar al nieto, que había quedado con ellos cuando su hija emigró a España, para que ese nieto tan querido, pueda crecer junto a su madre. Saben que será un gran sacrificio regresar a Cuba sin él, pero el amor por la hija y por el nieto es más fuerte que su deseo. Pero al llegar a España, las cosas comienzan a torcerse. ¿O no? La hija ha organizado su vida con otro hombre y no puede hacerse cargo del hijo, pero el hijo no puede regresar a Cuba porque la legislación se lo impide durante una serie de años. Las posibilidades son pocas, o regresan a Cuba solos y dejan al nieto abandonado en España, o permanecen en España en situación irregular para no abandonar al nieto.
La decisión es inmediata. Abandonan una vida difícil, pero organizada y “controlada”, para aventurarse en un mundo diferente. Van saliendo adelante con trabajos que no faltan, a los tres años regularizan su situación y estructuran nuevamente su vida. Pero llega la crisis y todo comienza a complicarse. La hija les invita a marcharse de la casa que ocupan. Alquilan una casa en Fuenlabrada. Pierden el trabajo y tienen que acogerse a otro más precario. La casa se cambia por una habitación y, al final, la habitación se cambia por la calle.
“Quienes son ustedes”. Que como estrellas alumbraron mi camino, yo que vagaba por la vida sin destino, ahora estoy amando a alguien que no conozco…”A estas alturas de la canción, el padre Santo Merlini ha dado con el tono correcto y comienza su acompañamiento al piano. Poco a poco, las notas van realzando la canción de Julio, introduciendo un nuevo elemento de belleza que intensifica más aún la emoción del momento.
Han pasado ya varios años y el pequeño Luis es ya un adolescente que ha comenzado a estudiar en un instituto de Fuenlabrada. El sufrimiento de los abuelos por la situación que les viene encima, no le es ajeno y lo comenta con el Jefe de Estudios, que la recibe impotente y desolado. ¿Qué hacer? Ya han hablado con los Servicios Sociales, han acudido, sin éxito, a todas las instancias que ofrece el “Estado de Bienestar”.
«Hablemos con el profesor de religión, que es un tipo majo». El profesor de religión no lo duda un instante: «Yo no puedo hacer nada, pero tengo unos amigos que a lo mejor sí. Hablemos con ellos». En la Casa de San Antonio no lo dudamos y, a comienzos de febrero, Zoila, Julio y el nieto Luis, se instalan en una de nuestras casas de acogida.
Han sido ocho meses de una relación cada vez más intensa, en la que ellos han ido marcando el ritmo. Un ritmo “in crescendo” que les iba abriendo nuevos horizontes, pero un ritmo en completa libertad, sin ninguna pretensión.
Poco a poco, nuestros amigos han ido pidiendo participar en nuestras actividades. Han ido descubriendo qué es lo que nos sostiene y han ido involucrándose. Luis ha vivido, con los ojos bien abiertos, todas las actividades juveniles que se le han propuesto, y que han tenido su culmen en la JMJ. Como un peregrino más, Luis ha disfrutado todo con intensidad de la gran fiesta de la fe: exposiciones, 6 encuentros con otros peregrinos en la Parroquia, la bienvenida al Papa, el Via Crucis... El domingo, tras la vigilia, la noche en Cuatro Vientos y la misa con el Papa, Luis llegaba a casa pletórico, con una sonrisa de oreja a oreja y contando a sus abuelos que acababa de vivir la experiencia más bella de su vida.
Poco a poco, han ido viendo una forma de vivir diferente y no han dudado en pedirla también para ellos: «Queremos vivir lo que viven ustedes».
“¿Quienes son ustedes y cual secreto tienen escondido? De algún milagro deben haber venido, o alguna bendición que Dios me regaló ¿Quienes son usteedeees?Las manos se rompen en aplausos y una catarata de abrazos acoge a Julio al bajar de la tarima. Su canción nos ha conmovido y no perdemos ni un solo segundo en hacérselo saber. El imprevisto ha sucedido de nuevo. Dos días después de la boda, Julio me dice: «No sé qué ha pasado, pero me siento diferente». Pues ya lo sabes, amigo, que tú también Le perteneces. ¡No hay ningún secreto escondido!
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