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El hambre de un pueblo que espera un auténtico Estado

Martino Diez
20/09/2011 - El obispo de Gibuti y administrador apostólico de Mogadiscio, monseñor Giorgio Bertin, describe en Oasis el drama que desde hace meses sacude a Somalia.

Excelencia, ¿qué acontecimientos han llevado a la carestía en Somalia, qué está sucediendo y cuáles son las perspectivas para los próximos meses?
La carestía es la consecuencia directa de la falta de lluvias. Según algunas estadísticas hace 60 años que no se daba una situación semejante. Todos los países del Cuerno de África viven de ganadería nómada y de agricultura; basta que “salten” una o dos estaciones de lluvia para poner a las poblaciones en una situación de extrema fragilidad, puesto que viven de subsistencia, día a día. ¡Bromeando yo digo que todavía no han reflexionado bien sobre la historia de José en Egipto y el período de las vacas gordas y las vacas flacas! Es una cuestión de mentalidad, sin olvidar el sistema macroeconómico internacional, que de hecho castiga a los más débiles. Durante los próximos 6 meses, aunque lleguen las lluvias de octubre y noviembre, será necesario seguir enviando víveres a las poblaciones afectadas por la carestía.

¿Se trata de un hecho que se limita a Somalia o se extiende a todo el Cuerno de África? En particular, ¿cuál es la situación en Yibuti, donde usted reside?
La carestía, en efecto, no afecta sólo a Somalia, sino a todo el Cuerno de África: Eritrea, Etiopía, Yibuti y partes de Kenya y de Uganda. Somalia, y en particular el centro-sur de Somalia, es la región más golpeada porque a la catástrofe natural se añade la catástrofe “humana”, es decir, es un país que vive desde hace veinte años sin Estado, sin una verdadera autoridad y con frecuencia en continuo conflicto armado: la suma de estos factores explica la dramática situación.
También Yibuti se ve afectada por la sequía: se dice que las personas que tienen absoluta necesidad de un sostén “exterior” son al menos 120.000, de una población de cerca de 800.000 habitantes. Pero en Yibuti existe un Estado que puede organizar las ayudas y prever también respuestas para un futuro de desarrollo. Además, mientras el centro-sur de Somalia vive principalmente de ganadería y de agricultura, Yibuti vive de servicios: la agricultura es prácticamente inexistente porque es imposible y a la ganadería seminómada se dedica quizás un sexto de la población.

¿Cuáles son las principales organizaciones humanitarias comprometidas y qué dificultades deben afrontar? ¿La Iglesia y las ONG católicas pueden trabajar sobre el terreno?
En lo que se refiere a Somalia, están implicadas todas las organizaciones humanitarias más importantes: Cruz Roja, Oxfam, Cáritas, Diakonia, MSF, Islamic Relief... sin olvidar las diversas agencias de la ONU, que en términos de cantidad son las más importantes. La Iglesia, a través de Cáritas, no puede trabajar demasiado directamente: generalmente lo hacemos a través de “amistades” y de organizaciones locales. Una presencia nuestra más directa y abierta en un país sin Estado y a merced de un conflicto instigado por movimientos religiosos radicales no es ni oportuna ni posible. Por este motivo, he aconsejado a las distintas Cáritas que trabajen a favor de los somalíes en los campos de refugiados de Kenya y Etiopía, además de seguir con lo que ya se hace en el norte de Somalia (“República de Somaliland” y “Puntland”). Hay ONGs de inspiración católica, sobre todo italianas, que a causa de una “menor representatividad” pueden actuar con mayor agilidad y con más posibilidades: ¡hay que apoyarlas!

Somalia está presente en los medios internacionales sólo de modo ocasional. El resultado es que contamos con mucha crónica y poco análisis. Según Usted, Obispo de Mogadiscio desde 1990 y en el país por primera vez en los años 1969-1971, y luego de manera continua desde 1978, ¿es posible identificar algunas constantes en la historia somalí reciente?
Recuerdo el título de un libro escrito por un profesor somalí, que creo siga aún con vida, en Estados Unidos: Somalia: una nación a la búsqueda de un Estado. Si lo interpreto bien, significa que Somalia está constituida por un pueblo esencialmente nómada que durante la presencia colonial se encontró dentro de estructuras estatales. Después de la independencia y la unificación entre la parte italiana y la británica en 1960, hubo primero un período “republicano”, hasta 1969, y luego un período “socialista-revolucionario”, pero no se logró formar un Estado moderno y crear una mentalidad que fuera más allá de intereses privados o de clan. Esto, para mí, explica la dificultad típicamente “nómada” de formar un Estado que sepa estar al servicio de una comunidad nacional. A mi juicio, esta dificultad no significa imposibilidad. Quizás las experiencias tan amargas de estos veinte años de guerra civil y ahora de carestía podrían ayudar a la mentalidad somalí a evolucionar para hacer renacer un Estado que tenga en cuenta la tradición típicamente somalí y, al mismo tiempo, esté abierto a los valores compartidos del mundo actual.

El régimen de Siad Barre se derrumba en 1991. ¿La intervención internacional de 1992, presentada en clave humanitaria, se puede considerar la primera operación a gran escala contra los grupos fundamentalistas de matriz islámica? Si es así, ¿cuáles fueron las razones de su fracaso?
A decir verdad, en 1992 no había una gran amenaza de fundamentalistas islámicos, aunque sí existía ya una tímida presencia: en aquel momento imperaba el “clanismo”. La intervención de 1992 sirvió para salvar a millones de personas de la catástrofe del hambre y, en este sentido, fue positiva. Desgraciadamente, todavía hoy sigo teniendo la impresión de que no había una clara voluntad política de hacer renacer el Estado y de acompañar la estructura durante algunos años: en este sentido, fue un fracaso.

La Libia actual vive un vacío de poder que recuerda el de los últimos días del régimen somalí. Además, es un Estado artificial, nacido en tiempos del colonialismo, y con una estructura tribal. ¿Considera realista para Trípoli una evolución semejante a la de Somalia o la enorme brecha en el plano económico excluye cualquier comparación entre los dos países?
No soy un experto de asuntos libios, aunque pasé allí dos veranos en 1976 y 1977. De todos modos, pienso que existen muchas diferencias, porque las tribus libias no son tan “nómadas” como las somalíes. Además, culturalmente el mundo libio formó parte de una tradición árabe-turca que, a mi parecer, debería facilitar una convivencia de las distintas tribus en un Estado moderno influenciado también por otros elementos culturales provenientes del mundo mediterráneo... Y naturalmente no se debe olvidar la diferencia de riqueza económica entre Libia y Somalia.

La Iglesia somalí en las últimas décadas ha sido víctima de una dura persecución que ha llevado al martirio de diversos sacerdotes, religiosas y personas consagradas. ¿Qué queda de la presencia cristiana en Somalia? Y ¿qué significa para Usted ser Administrador apostólico de Mogadiscio?
Para mí persecución significa algo organizado por el poder. Por esto raramente he usado este término hablando de nuestros mártires de Somalia. Es la falta de un Estado y, por lo tanto, de una autoridad lo que ha permitido a grupúsculos o individuos utilizar la religión para matar a varias personas. No olvidemos que también otros somalíes musulmanes fueron asesinados por razones semejantes.
La presencia física cristiana ha quedado reducida casi a la nada, aunque todavía existe un pequeño número de cristianos somalíes, que sin embargo tiene que vivir a escondidas su fe. Nuestra presencia en este momento pasa sobre todo a través de la acción humanitaria: la Iglesia acompaña al pueblo somalí como puede y con lo que puede en este momento. Para mí esto significa ser un “pastor” que acompaña a los nómadas somalíes y a sus rebaños hacia mejores praderas: la convivencia, el compartir los recursos, el respeto de los derechos de las personas y de los diversos grupos humanos... Acompañarlos no implica sólo darles ayuda material, sino sobre todo atraer la atención del mundo hacia este drama. Los somalíes, ante todo, junto con la comunidad internacional, deben comprometerse con más continuidad para encontrar una solución. El Papa actual ha intervenido en varias ocasiones en estos últimos cinco años invitando a los hombres de buena voluntad a no dejar sola a Somalia.

Yibuti, 1.9.2011

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