Una vez más, siendo leales con lo que vemos, hay que reconocer que lo sucedido en el auditorio del Meeting el lunes, durante el encuentro “Egipto: la belleza, espacio para el diálogo”, no estaba previsto. Con personalidades de relieve, como el cardenal Antonios Naguib, el rector de Al Azhar Elabed, el obispo copto ortodoxo Armiah, que vienen a Rimini invitados por los amigos del Meeting Cairo, podíamos esperar que se reprodujera el habitual cliché sobre diálogo interreligioso. Y aunque así hubiera sido, no habría sido en absoluto inútil.
Pero sin embargo sucedió algo muy distinto. Nada que ver con largos discursos que cada uno pronuncia para luego volver a casa igual que antes. Lo que sucedió fue una pasión por comunicar, pasión compartida entre los participantes, que cuidaron mucho los tiempos, con disponibilidad para acortar sus intervenciones y con gran atención recíproca. «Para hablar, tenemos que venir aquí». «Estamos contentos porque nos hemos encontrado en la misma longitud de onda sin habernos puesto de acuerdo previamente». «Esperamos poder estar a la altura para continuar lo que aquí ha sucedido». Son algunas de las afirmaciones, pronunciadas entre el estupor y la conmoción después del encuentro.
Sin censurar nada de las diferencias legítimas. Hemos vuelto a ver cómo el Meeting es un lugar en el que uno puede ser leal consigo mismo, y a partir de ahí ejercer y compartir su responsabilidad. La sorpresa del Meeting Cairo se ha convertido en método, en una amistad que genera.
No ha sido menos la presentación de la traducción al árabe de Educar es un riesgo. ¿Cómo es posible que un hermano musulmán diga que el método educativo de don Giussani es algo bueno y útil para Egipto, y que lo diga hasta el punto de quererlo traducir?
Al acompañar a nuestros invitados durante los días previos al Meeting, el sentimiento dominante era que todo fuese “correcto”. Hoy estamos sorprendidos y conmovidos porque hemos visto, como siempre dice nuestro querido Wael, el primero de nuestros amigos egipcios, que los valores no existen en abstracto, pero si son verdaderos siempre se encarnan en personas. No hablamos de amistad ni de diálogo con el rector de Al Ahazar, con el cardenal Naguib, con el obispo Armiah, pero la estima, la cordialidad y, por qué no, el afecto que hemos experimentado juntos estos días tiene nuestros rostros y nuestros nombres.
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