Primero una bomba en el centro de la capital noruega. Luego una carnicería en la isla de Utoya. Más de noventa víctimas. Corren ríos de tinta con comentarios y análisis, ¿qué es lo que ha pasado?
La terrible masacre de Oslo y de la isla de Utoya induce a muchas reflexiones, pero hay una que afecta verdadera y radicalmente a los creyentes y al auténtico enemigo de la fe “en el final de los tiempos”. ¿Quién es este joven asesino noruego? ¿Un fundamentalista cristiano o un masón? Muchos periódicos destacan su identidad cristiana, unos pocos su pertenencia a la masonería. Lo cierto es que en su perfil de Facebook aparece una fotografía suya con el mandil y el “uniforme” masón.
Se están investigando sus pasiones y sus desvaríos religiosos y neo-nazis. La cultura contemporánea no puede admitir algo que desafortunadamente es cada vez más evidente desde la caída del Muro de Berlín: lo que realmente domina el Poder mundial post-comunista y post-freudiano es el Humanitarismo, la religión de la masonería.
Escribía Augusto Del Noce en Il Sabato, en una reseña del libro de Benson Il Padrone del Mondo: “Ahora que el marxismo vive un declive irreversible, hasta el punto de que corremos el riesgo de ser injustos al valorar su potencia filosófica real, ahora que la revolución sexual y la combinación marx-freudiana marcan el paso, la lucha contra el catolicismo se libra bajo el signo del humanitarismo”.
¿Qué es el “fundamentalismo cristiano”, el cristianismo, como se le llama, sino una forma esotérica de vaciamiento de la fe verdadera? Y una forma muy insidiosa, por no decir la más insidiosa del momento actual, como ya intuía Del Noce en los años ochenta. Si la fe cristiana no va unida a Jesucristo sino a una serie de valores, tal vez “occidentales”, cosificados en una doctrina que se contrapone al enemigo (islámico, extracomunitario, o el que sea…) pierde su carácter milagrosamente “provisional” e histórico como Acontecimiento de Gracia y se convierte en un saber monstruosamente poseído por los adeptos de la secta.
El fanatismo es propio de quien piensa que posee la Verdad, no de quien cree haberla encontrado en una carne. El cristianismo se convierte en sinónimo de restauración y conservadurismo cuando pierde el carácter de realidad viva en el presente histórico. Justo lo contrario del anuncio: “El Verbo se hizo carne”, proclamado por Juan al inicio de su Evangelio.
Por todo esto, el fundamentalismo cristiano de Anders Behring Breivik es ideológicamente masón, mucho más de lo que podamos creer y de lo que la cultura contemporánea pueda admitir. Las matanzas, por desgracia, a veces son humanitarias en sus intenciones. Como lo ha sido la noruega.
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