The final walk to freedom. La marcha final hacia la libertad. Es el eslogan del nuevo estado de Sudán del Sur, el 54º país de la Unión Africana proclamado el 9 de julio, tras dos millones y medio de muertes y seis meses después del histórico referéndum del 9 de enero, cuando el 99 por ciento de los ciudadanos votó por la separación del Norte, gobernado por los musulmanes.
«Que el nuevo estado establezca una diferencia inmediata respecto a Jartum». Es la petición que lanzan las organizaciones humanitarias en estas primeras horas. En una nota conjunta piden que uno de los primeros actos del nuevo gobierno sea una moratoria de la pena de muerte y la liberación de los presos políticos. Mientras, la Iglesia sudanesa se prepara para afrontar los desafíos que le esperan a su pueblo, al que han acompañado durante todo el camino: desde las guerras civiles que lo han sacudido entre los años cincuenta y 2005, hasta la preparación del referéndum con los “101 días de oración” propuestos por los obispos para que todos pudieran participar y no hubiera violencia. Y ahora también, en el éxodo de cientos de miles de personas que están abandonando el Norte y los campos de refugiados de Jartum.
«Ha llegado el momento de la división de Sudán. El tiempo ha madurado cuando Dios ha mirado la historia de este país», dice monseñor Paulino Lukudu Loro, arzobispo de Juba, la capital provisional del nuevo estado, en el video de Where God weeps, el programa semanal que emite la asociación internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada, y que puedes ver aquí, donde los obipos lanzan un nuevo llamamiento a la paz y proponen una novena, porque se están agravando los enfrentamientos en las fronteras.
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