El Banco de Solidaridad celebró el pasado 15 de abril su Asamblea con el objetivo de conocer la experiencia de quienes llevan cada mes la caja de alimentos a las personas y familias que atraviesan graves dificultades económicas. En el encuentro, celebrado en el Colegio Internacional John Henry Newman de Madrid, participaron Andrea Franchi, presidente de la Federación de Bancos de Alimentos de Italia; Javier Prades, rector de la Facultad de Teología de San Dámaso; Manuel Eusebio, presidente del Banco de Solidaridad en España; y alrededor de cien voluntarios que colaboran en el Banco. A todos ellos voluntarios se les había lanzado una pregunta: ¿qué he entendido llevando la caja estos meses?
No fueron pocas las dificultades que muchos señalaron a la hora de ponerse delante de las familias que reciben la caja: desde la incomprensión de que no tengan acceso a medicinas ni alimentos pero sí una pantalla de plasma en el salón de su casa, a situaciones como la de una familia de inmigrantes rumanos que ha empezado a pedir dinero a los voluntarios del Banco para evitar que les echen de su casa. ¿Cuál es la forma más adecuada de ayudar en situaciones como ésta? “Ante una necesidad así, no podíamos quedarnos paradas”. La realidad, señalan las voluntarias que atienden a esta familia rumana, despierta la necesidad de moverse, pero no de cualquier manera.
La imponencia de la realidad
El Banco de Solidaridad se ha convertido en la caritativa para muchos que llevaban años sin tomar en consideración esta propuesta educativa del carisma de don Giussani. Sobre la mesa, las incoherencias y las aparentes mentiras de quienes reciben la ayuda, que generan a menudo dificultades e incomprensión entre los voluntarios que llevan la caja. “¿Pero qué es lo más imponente de lo que relatas?”, pregunta Javier Prades a uno de ellos tras su intervención. “Que después de 15 años de esquivar la caritativa vuelves a hacerla”. Es ahí donde la caridad ya está sucediendo en acto. “Después de 15 años no te movería ni una grúa, pero Cristo sí lo hace. La primera caridad es la que Cristo ha tenido sacudiendo tus costumbres después de tanto tiempo. Si te ha movido a ti, ¿por qué no a quien le estás llevando la caja?”.
La verdadera espera
Andrea Franchi relata su experiencia. “Si la experiencia de amor gratuito que ha sucedido en mi vida no está en el origen de este gesto, sólo veo desilusión. Ninguno de nosotros hemos hecho nada para que nos haya sucedido lo más grande de nuestra vida. Entre los seis mil millones de personas que habitan en el mundo, Jesús se ha fijado en mí. Yo llevo la caja para no olvidarme de esto”.
Desde hace dos años Andrea acude al Banco de Solidaridad de Roma. Allí nació esta experiencia a raíz de la retransmisión vía satélite de una Asamblea del Banco celebrada en Milán. La siguen en Roma cuatro amigos que no hacían ningún tipo de caritativa y Fiero, uno de ellos, rompe a llorar por aquella “humanidad que veía en la Asamblea y que era lo que siempre había deseado”. Vuelve el rostro hacia sus amigos, que como él también lloran. Termina la Asamblea, se juntan y deciden: queremos hacer esta caritativa.
Ahora hay en Roma más de 400 personas que llevan la caja por la misma conmoción que llevó a Fiero y sus tres amigos a comenzar. “Busco ver la carne de Jesús en la vida cotidiana. No me imagino que haya nada que pueda provocar el llanto como la humanidad de Jesús”, apunta Andrea. “Aunque a quienes ayudamos nos pidan comida o dinero, ellos, como nosotros, esperan a Jesús. Y cuando Él está, uno se da cuenta de que no puede vivir por menos que por una humanidad así”.
La caridad nos educa
El gesto de la caritativa nos enseña a partir de las cosas reales que suceden, afirma Prades. “Es el inicio de un camino. Estos gestos nos educan en la caridad sorprendiéndonos y verificando la presencia de Cristo. ¿Cómo? Al hacernos más conscientes de nuestra necesidad y al descubrirnos mendigos”.
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