Parece que se desvanecen las esperanzas de una transformación profunda en Oriente Medio. La debilidad de los jóvenes de la revolución se enfrenta a la fuerza del ejército y de los partidos islamistas, que tratan de apropiarse de los frutos del cambio. Los cristianos en Siria se ven obligados a apoyar el autoritarismo del régimen para salvar la libertad religiosa. Democracia y laicidad parecen formar un binomio imposible. Un caso positivo es el Líbano.
En los últimos meses, el Norte de África y Oriente Medio se ha agitado y transformado por la llamada “primavera árabe”. Sobre todo en Egipto han tenido lugar demostraciones de unidad nacional entre cristianos y musulmanes, que expresaban su deseo de más democracia, más respeto a los derechos humanos y más trabajo.
Actualmente, varias semanas después de la caída de Mubarak, parece producirse una vuelta a la “normalidad”, o tal vez a la “normalización”. El referéndum sobre la nueva Constitución no ha cambiado mucho el texto, el ejército ha prohibido las manifestaciones públicas, los Hermanos Musulmanes se han hecho más asertivos…
También en Túnez existe la misma dificultad para encontrar una vía de gobierno que no esté marcada por la corrupción del anterior, mientras tanto se ha abierto el frente de una guerra en Libia que por primera vez ha implicado a Occidente de una forma un tanto ambigua.
¿Tiene futuro esta primavera árabe?
Para responder a esta pregunta me centraré sobre todo en el caso de Egipto, que conozco mejor. Por un lado, es normal que después de las revueltas de los meses pasados, se intente recuperar la normalidad cotidiana: la reapertura de los colegios para que los alumnos no tengan que perder el curso, el trabajo para recuperar una economía en crisis… La actitud del ejército es normal y era previsible. Dicen: “Nosotros os apoyamos, pero ahora el país debe retomar la marcha para no fracasar económicamente”.
El resultado del referéndum sobre la Constitución también era inevitable. Hay que señalar que el referéndum no preveía modificar el artículo 2, que establece la sharía como fundamento de la legislación egipcia, aunque los jóvenes quieren someterlo a votación en un futuro próximo. Pero si hoy se votara sobre esta cuestión, sólo un 30% de personas lo querrían suprimir. No sólo porque el 70% restante son musulmanes, sino porque la gente no está informada y piensa que, al ser Egipto un país de mayoría islámica, debe estar gobernado por leyes islámicas. También hay que decir que en Egipto no rige una sharía tan estricta como la de Arabia Saudí, Irán o Pakistán, por lo que este problema sólo lo perciben las sensibilidades más agudas. En el mundo árabe se discute sobre laicidad, sí, pero hay muchos que ni siquiera saben qué es eso. Los cristianos perciben la importancia de esta cuestión con mucha fuerza, pero los musulmanes no ven en ello ningún problema.
Los jóvenes que han hecho la revolución no estaban organizados
En Egipto, los únicos partidos organizados son el de Mubarak y los Hermanos Musulmanes. Ellos han animado a votar los diez puntos del referéndum, han hecho valer la nueva Constitución, han programado las nuevas elecciones legislativas para septiembre de 2011. Por desgracia, para los jóvenes que han hecho la revolución, seis meses son demasiado pocos para organizarse y todavía no han conseguido elegir a un líder, lo que les perjudicará en las elecciones. Por otro lado, es inevitable; el país no puede seguir mucho tiempo sin Constitución y sin elecciones. En general, por todo esto, puedo decir que no veo un boicot de la revolución, sino simplemente un intento de encauzar la normalidad.
Sin embargo, es real el temor a una involución islámica. Los Hermanos Musulmanes hacen propaganda para islamizar la sociedad con signos visibles: presionan a las chicas que van sin velo, o escandalizan a la población mostrando a El Baredei (candidato a la presidencia de Egipto) como el responsable de una laicidad “atea” e “inmoral”. Según un video que circula por internet, si la laicidad llega a Egipto, el país se verá año tras año invadido de minifaldas, bebidas alcohólicas, drogas, matrimonios homosexuales, etc… Todos ellos aspectos que no tienen nada que ver con la laicidad, pero esta propaganda llega a la gente. En los comentarios a este video sólo hay uno que afirma: pero esto no es laicidad.
Desgraciadamente, el partido que ha hecho la revolución no sabe de qué lado ponerse. Deben encontrar un líder que sea capaz de guiarlos, de otro modo corren el riesgo de retroceder. El futuro es por tanto una incógnita.
Los partidos islámicos quieren apropiarse de la revolución
En Túnez la situación es mejor, desde un cierto punto de vista, pero incluso allí el partido islámico Ennahdha, fundado por Rached Ghannouchi y prohibido desde 1991, ha sido reconocido el pasado 1 de marzo. Este partido está intentado suprimir la laicidad y lo primero que han pedido ha sido permitir el rostro tapado en los documentos de identidad de las mujeres, algo que antes estaba prohibido. El pasado 2 de abril se votó este “derecho”.
Además, muchos tunecinos se sienten “musulmanes” y algunos jóvenes rechazan la “laicidad”. Entre los intelectuales es distinto: ellos defienden la laicidad, pero la mayoría ve este problema desde la óptica de los inmigrantes en Francia: vivir en un país laico limita las fiestas musulmanas, prohíbe el velo, permite la promiscuidad…
Lo que preocupa a los cristianos: democracia y laicidad
La preocupación respecto al futuro de los cristianos se da sobre todo en Iraq, Siria, Egipto, Líbano, Jordania, Palestina, allí donde existen comunidades cristianas locales. En los demás países hay cristianos, pero se trata de extranjeros y trabajadores inmigrantes.
En Egipto la cuestión es muy seria. Cuando se celebre el referéndum sobre el artículo 2 (la sharía como fundamento de todas las leyes), veremos si se produce algún progreso. Hace unas semanas, hablé con Tarek Heggy (escritor liberal egipcio y empresario) y me dijo que “harían falta al menos 10 años para derogar este artículo”. Esto sin duda decepcionará a los cristianos.
En Siria, a pesar de todas las revueltas que se han producido, no cambiará nada. De hecho, los obispos cristianos no quieren que cambie nada. El régimen de Assad (alauita) garantiza la seguridad y la laicidad porque su autoritarismo excluye las leyes del islamismo radical. Los que están en contra de Assad no son las minorías, ni los cristianos, que temen la llegada de un régimen suní. Los que están luchando (y son mayoría) son los enemigos de Assad, es decir, los sunitas, que se sienten excluidos por el poder, y los Hermanos Musulmanes, reprimidos durante décadas.
Los cristianos queremos la libertad, la democracia, la justicia, pero también la laicidad, es decir, la neutralidad religiosa, queremos que todos sean considerados ciudadanos, y no musulmanes, cristianos u otros. Sin embargo en Oriente Medio, al gobernar sobre grupos fuertes y fanáticos, la laicidad sólo se puede imponer por la fuerza. Sucede así con Assad, con el Iraq de Saddam Hussein, con Mubarak, con Túnez.
Allí donde existe un régimen menos fuerte, se producen con seguridad concesiones al islamismo. Nos encontramos por tanto ante dos alternativas opuestas: democracia o laicidad; o bien el islamismo. Los cristianos queremos ambas cosas, democracia y laicidad, pero en la práctica, de momento, en Oriente Medio no es posible afirmarlas juntas. Por eso los cristianos prefieren tener un régimen autoritario, pero que garantice al menos un mínimo de libertad religiosa.
Éste es el drama de Oriente Medio. En Europa, democracia y laicidad han caminado de la mano; en Oriente Medio, van en sentido contrario.
Un ejemplo positivo: el Líbano
Ante esta situación, me parece importante citar el único ejemplo positivo: el Líbano, donde la democracia convive con una laicidad respetuosa con las religiones, totalmente distinta de la laicidad occidental. En los últimos días, el muftí sunita Muhammad Rachid Kabbani subió a Bkerké –sede del patriarca maronita desde 1823– para reunirse con el nuevo patriarca maronita Bechara Rahi. El muftí propuso que la celebración inmediata en Bkerké de un gran encuentro islamo-cristiano “porque Bkerké –ha dicho– es la sede nacional y espiritual en torno a la cual convergen todos los libaneses, cristianos y musulmanes”. Aunque en Líbano aún no existe un gobierno, el muftí considera que de este modo se puede reforzar “la comunión espiritual y social para reconstruir el tejido social”.
El único país donde existe una simbiosis entre ambos elementos es el Líbano. Aunque los cristianos han reducido su presencia demográfica al 35% de la población total, los musulmanes están de acuerdo en mantener su presencia política en el 50% de los escaños. El motivo: se han dado cuenta de que la presencia de los cristianos beneficia a la sociedad, ¡y les invitan a no emigrar a Occidente!
En Jordania, gracias al rey existe un cierto equilibrio. En Egipto hay muchos que quieren la convivencia y se manifiestan mostrando juntos la cruz y el Corán, pero también hay quienes, agitados por los imanes, son capaces de destruir iglesias en un abrir y cerrar de ojos.
Reflexión final
El problema es que el pueblo árabe no está maduro para la democracia. Me temo que habrá que pasar por guerras civiles o dictaduras islámicas (como en Irán) para darnos cuenta de que éstas no son la solución. Sin embargo, hay esperanza: hay quien en Egipto quiere una sociedad inspirada en el islam pero rechaza una imagen como la de Arabia Saudí o Irán.
Hasta el momento, el único país donde cristianos y musulmanes dialogan es el Líbano. En otros lugares no existe porque aún son demasiado pocas las voces musulmanas que defienden la democracia y la neutralidad en el ámbito religioso. Sobre todo, son rarísimas las voces de los imanes que defienden la separación entre política y mezquita, religión y Estado.
Para terminar, la educación religiosa en las escuelas aún está demasiado vinculada a la cultura del pasado y a los esquemas del primer milenio. Falta una apertura a la modernidad relacionada con la relectura de las fuentes religiosas. Urge realizar una nueva hermenéutica de los textos fundadores. ¿Pero habrá maestros que puedan hacerlo?...
Publicado en AsiaNews
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