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Newman, un profeta para nuestro tiempo

Paul Hitchings
05/04/2011

Entrevista con Stratford Caldecott, director del College’s Center for Faith and Culture de Oxford, que presentó la exposición sobre John Henry Newman Cor ad cor loquitur.

¿Puede darnos unas breves ideas de cómo Newman le impactó personalmente a usted y al pueblo inglés?
Todos nosotros somos miembros de una cultura y tradición, incluso cuando nos rebelamos contra ella. Mis padres son de Sudáfrica, aunque crecí en Londres. No me bautizaron de niño, y mi viaje hacia la fe me llevó a través de muchos caminos extraños tanto de adolescente como de joven adulto. Estuve interesado en la telepatía, la reencarnación y la ufología. Tuve escarceos con el Sufismo, el Zen, el Taoísmo, el cuarto camino de Gurdjieff, la fe de Baha’i y el Budismo Tibetano antes de convertirme finalmente al Catolicismo.
De hecho, la Iglesia Católica era el último lugar en el que quería terminar. Uno de los mayores obstáculos que tuve que superar fue el fuerte prejuicio contra el catolicismo. Yo nunca fui anglicano, pero viví en un mundo modelado por protestantes y materialistas, quienes -por diferentes razones- promovieron la idea de que la Iglesia Católica era una institución represiva y corrupta a la que ninguna persona inteligente debía siquiera pensar en unirse.
Leer a John Henry Newman fue uno de los factores que cambió mi parecer. Tenía delante a un inglés -sin lugar a dudas un inglés inteligente- que tras haber examinado con atención todas las razones en contra de ser católico, terminó rechazando todas ellas con fundamentos racionales. Sus escritos son también obras maestras de sabiduría espiritual. Él no fue la única influencia en mi conversión, pero sí desde luego una de las más importantes.
Creo que su influencia sobre mí ha sido similar a su influencia sobre el pueblo inglés en general. Él había sido un líder entre el clero anglicano, y fue considerado como uno de los hombres más inteligentes y eruditos de Inglaterra, un intelectual brillante. El catolicismo era todavía visto en aquel tiempo como una religión supersticiosa extranjera de maleducados irlandeses e inmigrantes italianos. A los niños ingleses se les enseñaba en las escuelas cómo el Papa había alentado a los católicos españoles a intentar conquistar Inglaterra en el tiempo de la Reina Isabel I con la Armada Invencible. El catolicismo era por tanto la religión de un poder extranjero que quería arrebatar nuestra libertad. ¡Entonces vino Newman, y mostró no sólo que los ingleses podían ser católicos, sino que el catolicismo era el gran defensor de la razón y la libertad en el mundo moderno!
En 1852 Newman predicó un famoso sermón sobre el renacer del catolicismo en Inglaterra, titulado “la Segunda Primavera” (“The Second Spring”). En éste, profetizó un resurgimiento de la Cultura Católica -que afectaría no sólo a los intelectuales sino al conjunto de la población, a través de la construcción de iglesias y colegios y el regreso de los católicos romanos a la vida política, económica y social de la nación. El sermón se hizo realidad. Al movimiento originado se le conoce como el Resurgimiento de la Literatura Católica. Inglaterra fue testigo de una sucesión de brillantes escritores católicos y artistas, como Gerard Manley Hopkins, Ronald Knox, Evelyn Waugh, Caryll Houselander, Martin D’Arcy, Hilaire Belloc, G.K. Chesterton, Christopher Dawson, Graham Greene y J.R.R. Tolkien. Este último -Tolkien- fue otra gran influencia en mí, y más tarde escribí un libro sobre él. Fue su novela El señor de los anillos la que ayudó a “bautizar” mi imaginación. De niño, Tolkien había sido criado por un sacerdote del Oratorio de Newman en Birmingham, así que podría decirse que incluso Tolkien fue a su vez en parte formado en la influencia de Newman.

¿Cuál es la relevancia de Newman para Europa en general?
Newman se anticipó y ayudó a inspirar un movimiento intelectual católico a lo largo y ancho de Europa basado en el redescubrimiento de los clásicos. Esta renovación de la visión teológica es generalmente conocida como el ressourcement, y se asocia con Henri de Lubac, Romano Guardini, Jean Daniélou, Lousi Bouyer, y Hans Urs von Balthasar, así como con los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Newman mostró como se puede actualizar la fe de nuestro tiempo profundizando en el Evangelio y en la Iglesia de los Primeros Padres, reparando la división que abrió la Ilustración entre la exegesis Bíblica, la teología y la espiritualidad Cristiana. El Papa Benedicto está continuando este trabajo- por ejemplo en su libro Jesus de Nazaret.
Newman fue el hombre del ressourcement de la escena inglesa. Su inmersión en los Padres de la Iglesia de Oriente y Occidente fue precisamente lo que atrajo a Newman hacia la Iglesia Católica a través del Movimiento de Oxford. Tan pronto como en comunión con Roma en 1845 fue capaz de abrazar su biblioteca de escritores patrísticos con las palabras: “Ahora vosotros sois míos y yo soy enteramente vuestro”. Este renacer de la patrística Cristiana fue el semillero de muchas de las ideas y actitudes que influyeron en el Concilio Vaticano Segundo en los sesenta.
Hasta cierto punto, por tanto, podemos ver a Newman con un precursor de aquel Concilio, e incluso aplicar su profecía de la “segunda primavera” a la Iglesia tras el Vaticano II, el periodo de los nuevos movimientos eclesiales, al cual Juan Pablo II se atrevió a llamarlo un “segundo Pentecostés”. El Papa Juan XXIII había convocado el Concilio no tanto para cambiar la fe de la Iglesia, sino para mejorar la forma en la que se expresaba y comunicaba a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Este era ya el trabajo de Newman, y hoy encontramos sus escritos particularmente útiles cuando tratamos de responder al reto de la Nueva Evangelización, el reto de re-convertir nuestro viejo y cansado continente de un modo pacífico a una vibrante fe cristiana.
Puede que la clave de esta Nueva Evangelización radique en parte en el ejemplo de una vida de santidad. La moderna Europa se enorgullece de su libertad, pero al final sólo la verdad nos hace libres, y Newman personificó y vivió la búsqueda de la verdad, con total fidelidad a la luz de la conciencia. Gracias a su amor por la verdad, se fue preparando para dejar familia y amigos, reputación y posición, para seguir su “suave luz” (“kindly light”) dentro de la oscuridad. El Papa Benedicto, en su visita a Inglaterra, llamó particularmente la atención sobre Newman como un testigo de la verdad que vivió esta verdad con una integridad heroica y con el coste de un gran sacrificio.
Una de las mayores contribuciones de Newman fue clarificar el papel fundamental de la conciencia humana, lo que sería de particular importancia en los años siguientes en Europa. Su Carta al Duque de Norfolk concluye con un examen y defensa de la comprensión católica de esta “voz de Dios” dentro de nosotros, no hecha por el hombre y nunca destruida (aunque pueda ser obscurecida) por el pecado del hombre. El elogio de Newman a la conciencia puede parecer exagerado, por ejemplo cuando brinda “primero por la conciencia, y por el papa después” Sin embargo, lo que quería decir es claro, rebatió la falsa idea de concebir la conciencia como un sentimiento subjetivo o una opción (la “falsificación lamentable” que la mayoría de la gente de hoy en día hace de este término). La razón del brindis sobre la conciencia en primer lugar se debe a que representa la libertad humana como búsqueda y conocimiento de la verdad. Newman, como el converso que era, fue consciente de que toda la religión descansa sobre esta libertad. Si el Papa “hablara en contra de la Conciencia en el verdadero sentido de esta palabra, estaría cometiendo un acto suicida. Ese Papa estaría cortando la hierba debajo de los pies”. Así, a parte del papel del Papa como guardián de verdades reveladas que trascienden la capacidad de la Razón, “su raison détre, su razón de ser, es el de campeón de la Ley Moral y de la Conciencia”.

¿De qué forma podemos ver a Newman como un profeta de nuestros tiempos?
En primer lugar, él profetizo los obstáculos y dificultades que surgirían. Él no tenía una visión optimista de color de rosa sobre el futuro. Es más, en un sermón titulado “The Infidelity of the Future” (“la infidelidad del futuro”), predicado en octubre de 1873 previó muy claramente los obstáculos en el camino de cualquier resurgimiento Católico o Cristiano. “El peligro especial de la época ante nosotros -escribió- es la propagación de esta plaga de infidelidad, que ya los Apóstoles y nuestro mismo Señor habían predicho como la peor calamidad de los últimos tiempos de la Iglesia”.
Newman también habló de cómo muchas sectas protestantes y otras tradiciones religiosas nos habían prestado “hasta la fecha un gran servicio protegiéndonos y resguardándonos de las agresiones de aquellos que creían menos que ellas o nada en absoluto”. Pero esto no continuaría siendo cierto por mucho más tiempo, ya que “en esos años que nos esperan, será ya mucho si aquellos cuerpos alejados son capaces de defender sus propias enseñanzas dogmáticas…”. Lo cual también se ha cumplido.
En segundo lugar, en el mismo sermón él también previó los escándalos que han dañado a la Iglesia en los últimos años. “Con toda una población capaz de leer periódicos baratos día tras día transmitiendo noticias de cada acusación grande o pequeña a cada hogar incluso cada granja, salta a la vista que estamos a merced de cualquier inmerecido miembro o falso hermano.” Creo que Newman habría estado profundamente chocado, como todos lo estamos, sobre las revelaciones sobre tanta inmoralidad en sacerdotes, pero habría señalado como los medios de comunicación han explotado estas noticias para dar una imagen distorsionada de la Iglesia.
En tercer lugar, Newman vio las raíces profundas de la moderna separación de fe y razón y vio la necesidad de curar esta profunda enfermedad en el espíritu humano. En el mismo sermón de 1873, aborda la generalizada acusación de “que la Iglesia reprime la razón del hombre” y que los Católicos son por tanto forzados a creer en lo que se opone a la razón. Esta falsedad tiene que ser mostrada, como nos ha pedido que se haga el papa Benedicto a lo largo de todo su pontificado, y ha insistido el Beato Juan Pablo II en su encíclica “Fe y Razón”. El análisis de Newman al respecto se encuentra en su “Biglietto Speech” “el espíritu del liberalismo en la religión”, donde aborda lo que el Papa Benedicto denuncia como “la dictadura del relativismo”.
En cuarto lugar, él nos enseña cómo combatir este “espíritu de liberalismo” o “relativismo” a través de lo que el Papa Benedicto llamó más tarde “una ampliación de la razón”: una apertura de la mente humana a la realidad tal como es, con toda su profundidad y amplitud, a través del sentido ilativo y la atención a la evidencia basada en muchas fuentes no solo en una, usando la imaginación para captar con certeza la dirección en la cual la experiencia está señalando, incluso cuando la conclusión no está lógicamente probada. Por ello hay muchas formas de conocimiento, y la razón no es irrazonable sólo porque llegue más allá de lo establecido por las ciencias materiales.
En conclusión, yo diría que Newman tuvo la integridad de un profeta- esto es de un hombre llamado por Dios para mostrarse firme contra los pecados y vicios de su época. Fue esta integridad, de la cual dio razón en su filosofía, la que más intensamente recomendó Newman a sus contemporáneos y a las generaciones posteriores. Porque la nuestra es una época donde el mayor pecado parece ser la hipocresía, una época en la cual las barreras para pecar ha sido prácticamente eliminadas. En la situación resultante de caos moral generalizado, el ejemplo de Newman y su defensa de una ley moral objetiva, grabada en el corazón del hombre, que nos vincula a nuestro Creador, brilla como un suave faro guiándonos a casa.

Stratford Caldecott es el director del Second Spring de Oxford. Es autor de Beauty for Thruth´s Sake: On the Re-enchantment of Education (2009), The Seven Sacraments: Entering the Mysteries of God (2006) and Secret Fire: The Spiritual Vision of J.R.R. Tolkien (2003), entre otros libros.
www.secondspring.co.uk

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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