El filósofo italiano Massimo Borghesi y Javier Prades, decano de la facultad de teología de san Dámaso, han explicado cuál es el sentido y la importancia del lema de la presente edición del Encuentromadrid, “Inteligencia de la fe; inteligencia de la realidad”, extraído de un discurso pronunciado recientemente por Benedicto XVI.
La tarea a la que nos invitan las palabras del pontífice es “recuperar la incidencia de la fe en la vida social para que recupere un protagonismo real; esto sólo sucederá si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la realidad” ha subrayado Javier Prades. “Si hay que recuperar esta incidencia es precisamente porque se ha perdido, porque la fe se ha separado de la vida”. Las consecuencias de esta separación son nefastas y afectan a todo hombre, cristiano y no cristiano: en definitiva, “lo que está en crisis es ese misterioso nexo que une nuestro ser con lo real”, ha dicho Prades citando a la filósofa española María Zambrano. “El universalismo cientifista y la incapacidad de distinguir ficción de realidad” son sólo dos ejemplos que muestran hasta qué punto “nuestra sociedad científico-técnica ha perdido la capacidad de acoger la realidad así como aparece”. “Si se debilita la relación con lo real, se debilita inevitablemente la conciencia que tenemos de nosotros mismos: `todos los días yo soy yo, pero ¡qué pocos días yo soy yo!’ (J. R. Jiménez)”.
Borghesi, a la luz de su reciente estudio sobre los textos de Giussani y G. B. Montini acerca del sentido religioso, ha subrayado la novedad que supuso y supone dentro de la iglesia el pensamiento de ambos autores en torno a la idea de “sentido religioso”. Uno y otro publicaron en 1957 y 1958 respectivamente dos escritos que hacían coincidir de un modo esencial “razón” y “sentido religioso”. “Ambos escritos tuvieron un valor revolucionario”. Ante un cristianismo temeroso de la modernidad, la idea del sentido religioso permitía afirmar tanto la dimensión religiosa de todo hombre como la unidad entre la fe y las exigencias y evidencias propias de la razón. Citando a Montini, “el sentido religioso es la inclinación del hombre a su principio, la tensión a su destino”. Se entiende así porqué “la fe sin el sentido religioso está muerta. Se convertiría en una costumbre, en una obediencia pasiva incapaz de afrontar el laicismo burgués o el ateísmo marxista”, ha afirmado Massimo Borghesi. Así, “la profunda unidad entre fe y religiosidad es la ocasión privilegiada de afrontar el mundo moderno”. “La fe no puede resistir si no es una fe personal y libre; sin las grandes preguntas del hombre, las del sentido religioso, la fe se convierte en una piedra y el hombre deja de ser hombre”.
Ambos pensadores han señalado cómo el sentido religioso permite encontrarse con todos en el atrio de los gentiles. “La búsqueda del dios desconocido propia del sentido religioso” es diálogo y tensión que nos lanza a valorarlo todo, que se convierte necesariamente en cultura. En esta línea, Borghesi ha recordado a modo de ejemplo que “Giussani tomó al ateo Leopardi como interlocutor, como figura paradigmática de la seriedad que un hombre puede tener con sus preguntas más radicales”. “La única condición para que el sentido religioso se muestre con claridad es el afecto a la realidad y a sí mismos”. “No hay verdadero conocimiento si no es un conocimiento afectivo”, dijo Javier Prades.
A renglón seguido, ambos ponentes explicaron cuál es la pertinencia actual de la reflexión sobre el sentido religioso: “es el tiempo de las personas” ha afirmado Borghesi recordando una entrevista de Testori a Giussani. “En un tiempo marcado por la indiferencia el encuentro entre personas despierta lo humano en el desierto. Sólo un hecho totalmente gratuito puede volver a despertar las grandes preguntas del hombre”. En esta línea, Javier Prades, desafió al público asistente con las siguientes preguntas: ¿puede cada uno de nosotros describir la propia vida como una vocación? ¿Hemos hecho experiencia de una preferencia humana que abra la razón y nos abra al mundo? Así, al hilo de la realidad española, se sirvió de un ejemplo ?a la vista de todos? para poner de manifiesto qué tipo de novedad y preguntas despierta el cristianismo en el mundo: “La Sagrada Familia de Gaudí, como expresión genuinamente católica, muestra su universalidad, corresponde a las exigencias de justicia, verdad y belleza de cada hombre. Obras así echan por tierra el supuesto dogma de la incomunicabilidad entre cristianos y no cristianos”.
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