Me han propuesto altos cargos en el gobierno y me pidieron que abandonara mi batalla, pero yo siempre lo he rechazado, incluso a riesgo de mi propia vida. Mi respuesta era siempre la misma: «No, yo quiero servir a Jesús como un hombre común».
Esta devoción me hace feliz. No quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Sólo quiero un lugar a los pies de Jesús, yo quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en mí que me consideraría privilegiado si –en este esfuerzo mío y en esta batalla por ayudar a los necesitados, a los pobres, a los cristianos perseguidos de Pakistán- Jesús quisiese aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir para Cristo y quiero morir por él. No tengo ningún miedo en este país.
Muchas veces los extremistas han buscado matarme y encarcelarme, me han amenazado, perseguido y han aterrorizado a mi familia. Los extremistas, hace unos años, incluso han pedido a mis hermanos, a mis padres, a mi madre y a mi padre, que me disuadiesen de continuar mi misión en ayuda a los cristianos y a los necesitados, o de lo contrario me perderían. Pero mi padre siempre me ha animado. Yo respondo que mientras tenga vida, hasta el último aliento, continuaré sirviendo a Jesús y a esta pobre y sufriente humanidad, los cristianos, los necesitados y los pobres.
Quiero deciros que encuentro mucha inspiración en la Sagrada Biblia y en la vida de Jesucristo. Cuanto más leo el Nuevo y el Antiguo Testamento, los versículos de la Biblia y de la palabra del Señor, más se robustecen mi fuerza y mi determinación. Cuando reflexiono sobre el hecho de que Jesucristo ha sacrificado todo, de que Dios ha enviado a su propio Hijo para nuestra redención y salvación, me pregunto cómo puedo seguir el camino del Calvario. Nuestro Señor ha dicho: «Ven conmigo, toma tu cruz y sígueme». Los pasajes que más amo de la Biblia dicen: «tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme». Y así, cuando veo a gente pobre y necesitada, pienso que bajo sus semblanzas es Jesús quien viene a mi encuentro.
Así que siempre trato de ser útil, junto con mis colegas, para dar asistencia a los necesitados, los hambrientos, los sedientos.
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