Los recientes sucesos, primero en Túnez y después en Egipto, están cambiando el rostro de los países del norte de África, inmóviles desde hace decenios y hoy capaces de contagiar a los países vecinos. La politóloga Malika Zeghal*, profesora de la Universidad de Harvard y experta en Islam contemporáneo, ofrece una inédita clave de lectura en una entrevista concedida a la Revista Oasis
Tras la caída del régimen de Ben Ali, también el régimen de Mubarak se ha derrumbado. Según usted, ¿es posible que la situación se desarrolle de una manera análoga a lo sucedido en Túnez o hay factores internos que pueden hacer pensar en una transición diferente?
Las manifestaciones egipcias se parecen de manera sorprendente a las que Túnez acaba de conocer. Se trata de peticiones profundamente políticas: un cambio radical de régimen político que haga pasar a los egipcios de súbditos del Estado a ciudadanos. Los egipcios quieren pasar de un régimen autoritario y corrupto a un gobierno responsable ante los ciudadanos y transparente. Al igual que en Túnez, los problemas económicos están en el horizonte de estas peticiones. Por tanto, es muy posible que la situación se desarrolle de manera análoga a la de Túnez, pero todo dependerá de la estrategia y el comportamiento del ejército. El régimen egipcio es un régimen militar, a diferencia del tunecino. En Egipto, por tanto, son los militares los que tienen las riendas y decidirán quién operará la transición. Además, Egipto ocupa un puesto crucial en el equilibrio de las fuerzas internacionales de la región (…).
Cuando se habla de los países de Oriente Medio suele pensarse que la única oposición real a los regímenes en el poder está constituida por los islamistas. Los hechos tunecinos parecen desmentir esta convicción. ¿Una situación similar podría repetirse en otros países de Medio Oriente? ¿Es posible reconducir lo que está sucediendo en Egipto al ejemplo de tunecino?
En Túnez, el movimiento islamista Al-Nahda ha sido una fuerza de oposición muy potente. Ha sido reprimido muy severamente bajo Bourguiba y después bajo Ben Ali, en particular después de haber obtenido el 17% de los escaños en las elecciones de 1989, cuando sus miembros se presentaron como candidatos independientes. El régimen tunecino ha recurrido a la amenaza del “escenario argelino” para justificar la brutal represión de los islamistas. He aquí por qué el movimiento islamista ahora es mucho más débil. (...) El panorama político tunecino sigue siendo incierto, pero parece que estará constituido por partidos de oposición de izquierda, progresistas, democráticos y nuevos partidos que piden ser autorizados. Los islamistas, por lo tanto, no son ciertamente los únicos ni los más importantes opositores políticos, y seguramente tendrán que adaptar su programa político a la situación actual, en particular, proponiendo soluciones a los grandes problemas económicos y sociales. Sin embargo, no debe ignorarse el componente islámico en el juego político, pero no hace falta exagerar su importancia, como hacen en cambio numerosos observadores en Europa y en Estados Unidos, que incluyen una dicotomía a menudo utilizada por los que apoyaron el régimen de Ben Ali: o la dictadura o los islamistas (…).
¿Es posible que a largo plazo, los islamistas egipcios busquen asumir la guía de la transición cultivando ambiciones hegemónicas?
Los Hermanos Musulmanes egipcios representan una parte importante de la oposición, pero no son los únicos en el ajedrez político. También la izquierda y los liberales forman grupos importantes. Por el momento los Hermanos Musulmanes mantienen un perfil bajo, estrategia que permite no ahuyentar a los posibles oponentes. Sin embargo, no se trata sólo de una buena posición estratégica. No todos los Hermanos Musulmanes buscan necesariamente un poder hegemónico, y muchos de ellos han moderado fuertemente su discurso. También dentro de los Hermanos Musulmanes existen oposiciones y ellos no representan necesariamente un grupo homogéneo. En el conjunto quieren participar políticamente, es decir, gobernar. Tienen por tanto necesidad de un sistema político que asegure la alternancia y no un nuevo autoritarismo que podría dañarles una vez más (…).
*Politóloga, profesora asociada de Antropología y Sociología de la Religión en la Universidad de Chicago, actualmente titular de la Cátedra Alwaleed Bin Talal, “Vida y Pensamiento del Islam contemporáneo” en la Universidad de Harvard
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