El Padre Luis Ruiz acaba de celebrar su 98 cumpleaños. Lo ha hecho rodeado de un centenar de niños que viven acogidos en las casas a las que este sacerdote español ha dedicado su vida y su obra en China. Un sacerdote muy querido para muchos en Comunión y Liberación, pues es el tío de Jesús Carrascosa, más conocido como Carras.
La dedicación del padre Luis a todas las personas y necesidades que encontraba desde que llegó a Macao ha dado lugar a una gran obra, la Casa Ricci. “El padre Ruiz fue siempre muy exigente consigo mismo. Sin importar si había sol o lluvia, él siempre salía en su motocicleta a visitar asilos de ancianos, oficinas, hospitales, funerarias y familias pobres”, cuenta Teresa Zhu, una de las hermanas que ha trabajado con él durante más de veinte años. “Incesantemente, trajo el amor a los hermanos y hermanas necesitados, realizando un admirable trabajo pastoral y de evangelización”.
El motivo que siempre le ha puesto en marcha es el trabajo pastoral. “Nos dedicábamos a traer el amor de Jesús a todos los pacientes y sus familias. A través de tales contactos, ganamos los corazones de muchos que se hicieron cristianos e incluso llegaron a hacerse voluntarios en la parroquia, dando un ejemplo vivo de vida cristiana”.
El trabajo no dejaba de crecer. Las iniciativas de la Casa Ricci pronto empezaron a extenderse desde Macao hasta la China continental. “Allí, nuestra llamada fue a servir a pacientes con lepra. Íbamos todos los meses y cada visita duraba casi quince días. En el camino teníamos que afrontar toda clase de climas y terrenos para llegar a la aldea donde estos enfermos habían quedado confinados. Ayudamos a reconstruir o reparar sus casas, y a conectar la electricidad y el suministro de agua en sus residencias”.
Su avanzada edad no ha disminuido la dedicación del padre por sus enfermos. Hace sólo unos meses viajó hasta Han Zhong-Xian para visitar durante tres días a cerca de 300 enfermos de lepra y a medio centenar de enfermos de SIDA, adultos y niños, además de las hermanas y voluntarios que trabajan en la casa y en los cincos centros que la Casa Ricci tiene en esta región.
Él mismo nos cuenta cómo se prepara ahora para celebrar la Navidad: “Es tiempo de recordar a nuestros pacientes con amor, a los hijos con SIDA y a nuestras hermanas dedicadas. El regalo más importante es nuestro amor. El pequeño Jesús es Amor en la medianoche, el amor en el pesebre. Su don es Él mismo, que viene del cielo y va paso a paso a la cruz en el camino que nos lleve al cielo”.
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