Algunos se quedaron en el suelo haciéndose los muertos. Otros aún no se explican aún cómo han podido salvarse. “Pero han dicho que mañana volverán a rezar allí. Arriesgan su vida para ir a misa”. Behnam (nombre ficticio) es iraquí, pero lleva muchos años viviendo en Italia. Su familia y sus amigos siguen en Bagdad y se ha puesto en contacto con ellos después de la masacre e la iglesia sirio-católica de Saiydat al Nayat (Nuestra Señora del Perpetuo Socorro), en el centro de la ciudad, donde murieron 52 cristianos a manos de un grupo de Al-Qaeda.
Los periódicos hablan del ataque de las fuerzas de seguridad iraquíes. Se dice incluso que el verdadero objetivo del comando terrorista era la Bolsa de Valores, que está cerca de allí y que una vez fracasado el intento, para escapar de la policía, los terroristas buscaron refugio en la iglesia y tomaron como rehenes a los fieles allí reunidos. “Los que vivieron aquel infierno dicen que las cosas no fueron así”, afirma Benham: “Fue algo organizado. Era un plan muy preciso”. Fue un ataque extremista al grito de Allah Akbar, “signo del martirio islámico”. Nos preguntamos cómo pudieron pasar los controles dos coches llenos de bombas de mano y explosivos, “cuando los puestos de control no dejan pasar ni un bote de pasta de dientes”.
Los terroristas eran jóvenes, hablaban dialecto iraquí y de otros países cercanos. Entraron en la iglesia y mataron a los dos jóvenes sacerdotes. Para empezar. Padre Tha’ir Saad y padre Boutros Wasim. “Después violaron a las chicas, robaron a la gente todo lo que llevaban, y finalmente la masacre, también a los niños”, continúa Benham. “Sólo se esto, de momento. No he querido saber más, no soy capaz de escucharlo”.
El Estado islámico iraquí, que equivale a las siglas de Al-Qaeda en Iraq, ha hecho público un mensaje de reivindicación y amenaza: “Todos los cristianos y sus iglesias son objetivos legítimos de los mujahidin, y por tanto están en peligro”. El texto incuye una referencia explícita al Vaticano: “Estos politeístas y sus jefes del Vaticano deben saber que la espada no caerá sobre la cabeza de sus discípulos si anuncian su inocencia y toman distancia de lo que ha hecho la iglesia egipcia”, que –según los extremistas- sería responsable del encarcelamiento de dos mujeres convertidas al islam. “Nos sentimos perdidos después del ataque del domingo”, dijo inmediatamente después de que sucediera el atentado el arzobispo de Bagdad, Athanase Matti Shaba Matoka, que denunció la indiferencia de las autoridades iraquíes, que se limitan a tomar medidas de seguridad. Y suplicó la intervención de la comunidad internacional. “Deben encontrar una solución, porque llevamos siete meses sin gobierno. ¿Cómo es posible que no entiendan que estos atentados intentan provocar un éxodo masivo de todos los cristianos iraquíes? Dejaremos de pedir a los nuestros que resistan y se queden si tienen que vivir en estas condiciones”.
Resisitir y quedarse. “Muchos de nuestros hermanos no se quieren ir, no se irán nunca. Viven, cada día, con la idea del martirio por la fe”, explica Behnam,que rompe a llorar. “Lloro por la debilidad con que vivimos la fe aquí, en Italia, donde no hay peligro alguno, donde somos libres. Allí ellos dan la vida por una misa. No viven de discursos, viven la fe. Basta estar allí un día para entender qué significa ser cristianos en Iraq. No hablan de Jesús, pero por cómo viven la jornada se ve para Quién están viviendo”.
Continuamente, las familias reciben en sus casas cartas amenazantes. Les intimidan para que no vayan a misa. En casa, se miran a la cara y después deciden. Y van. Eligen misas diferentes para incrementar la probabilidad de salvarse. “Yo hoy le pido a Dios entender qué quiere de mí, qué debo aprender”. Benham está atormentado, se pregunta si su presencia es más útil aquí o allí. “Tengo esta cuestión abierta con Dios. ¿Por qué ha abandonado a Su pueblo?”. Dice que habría preferido estar él en el lugar de los dos jóvenes sacerdotes y de todos los demás mártires. “Por el sacrificio de toda esa gente, necesito ver qué valor tiene mi vida. O mi estar aquí es vivir realmente como cristiano, o no sirve para nada. Me siento llamado a vivir concretamente mi relación con Jesucristo aquí y ahora. Es lo único que deseo, lo único que tiene sentido”.
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