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En el corazón de El Cairo

Davide Perillo
02/11/2010

Ha terminado del mismo modo que empezó: con la belleza. Con las notas de Schubert y Astor Piazzolla resonando entre los muros de la Ciudadela del Saladino, delante de 50 personas sorprendidas y agradecidas. Y con Wael Farouq, el alma de esta iniciativa, repitiendo continuamente un adjetivo: “histórico”.
Verdaderamente, este Meeting de El Cairo lo ha sido. Un día y medio de gran intensidad, donde se ha destilado lo que su “hermano mayor” de Rimini desarrolla en una semana. Los tiempos y los espacios son diferentes, pero el alma es la misma. Se hizo evidente desde la inauguración, luego se entendió mejor, en los continuos encuentros que han constituido la espina dorsal de este evento. Decididamente, el listón está muy alto. El hilo conductor estaba claro: la belleza, “espacio para el diálogo”. Y sobre todo, muchas ganas de entender, de conocer y conocerse. Entre los ponentes, pero también entre las cincuenta personas que han pasado por la sala de la Opera House en la capital egipcia y que han sido recibidas con una sonrisa por los voluntarios del polo azul, que en muchos casos eran de su misma edad, pues entre el público también había muchos jóvenes.
El primer encuentro se dedicó precisamente a Rimini. Emilia Guarnieri contó la historia del Meeting, de aquella noche en la pizzería con un grupo de amigos treintañeros que decidieron tomarse en serio a sí mismos, la experiencia de fe que estaban viviendo y su deseo de “ser útiles para el mundo. Empezamos por una estima hacia el corazón del hombre, hacia sus deseos más verdaderos. Éste fue el punto de partida y desde entonces hemos verificado que en esta experiencia elemental todos los hombres pueden encontrar un punto en común. Es el mismo punto que veo aquí: algo verdadero, bello y bueno”. Después contó cómo nació su amistad con Farouq, contó su viaje a El Cairo, y cómo volvió sorprendida (“¡Nos hicimos amigos!”) por el método, que sigue siendo “el impacto con algo que está sucediendo”, y por una relación “que nos obliga a ir hasta el fondo de nuestra identidad. Éste es el diálogo que nos interesa”. Tarek, de Alejandría, habló de lo que este diálogo genera. Estuvo en Rimini dos veces: la primera “por curiosidad, quería conocer Europa, cómo son los jóvenes de allí”. Pero la segunda vez fue para trabajar “porque me impresionaron los voluntarios. No me lo podía creer. Allí entendí qué significa dar un servicio, aprendí a dar, a trabajar co alegría; entendí que cualquier trabajo debe ser apreciado y que algo que hoy es una semilla puede llegar a dar fruto”.
Algo impensable. Como la exposición sobre la Vía Láctea, traducida al árabe, y la intervención del astrofísico Marco Bersanelli. Habla del cielo, que “en todas partes, en cualquier civilización, se percibe como signo de lo divino”, porque todos lo comparten, es inmenso, bello, suscita atracción y estupor, y está unido a la vida, “permite a la vida ser. Y, sobre todo, hace que el hombre se pregunte: ¿quién soy yo?”. Os podéis imaginar los rostros del público delante de un científico que cita los salmos y a Leopardi, mientras muestra diapositivas que hablan de supernovas y fotografías sobre el origen del universo, hace miles de millones de años. Porque ahora podemos conocer mejor el universo, incluso fotografiarlo, “pero el cielo sigue siendo el signo privilegiado de Dios, y esta percepción de su belleza es el motivo de horas y horas de investigación científica. El hombre se mueve para conocer a partir de un atractivo”.
Una pausa para comer y volvemos a la sala. Esta vez se habla del corazón, de esa “naturaleza que nos empuja a desear cosas grandes”. Se suceden encuentros imprevistos. Saeed al Wakeel, de la American University, cuenta cómo la lectura de don Giussani le ha “ayudado a entender a Ibn Arabi”, filósofo medieval y uno de los baluartes del pensamiento sufí. “En ambos, la experiencia es la base del conocimiento y un camino hacia lo absoluto”. Jean François Thiry, profesor de Teología que viene de Moscú, profundiza en el pensamiento de Giussani, al afirmar que es el “corazón el que descubre la realidad”. Cita a Tolstoi y Dostoievski, a Pasternak y Leopardi. Traduce al árabe Abdel Fattah Hasan, ex imán en Roma y diputado. Esto también es el Meeting.
El último encuentro lleva por título el lema. Los ponentes son muy diferentes, como viene siendo habitual. Samir Gharib, presidente de la Organización para la Armonía Urbana, habla de su trabajo para recuperar la belleza en las calles y palacios de El Cairo a partir de la idea de que la belleza es “unidad de razón y sentimiento. Es la forma de sostener la humanidad, un medio para comunicar, un puente entre el pasado y el presente”. Junto a él, Ambrogio Pisoni, el último en intervenir en este Meeting.
El resultado es digno de ver. Estupor y leticia, el descubrimiento de que nos hemos hecho aún más amigos mientras salimos hacia la Ciudadela del Saladino, el corazón de El Cairo. El Meeting llega aquí a su fin, con el concierto del Trío Schubert. Brahms, Paganini, Dvorak. Una hora llena de belleza. Era el tema del Meeting Cairo de este año, quién sabe cuál será el del próximo. Porque algo está claro, también para Farouq, que se despide del público con un “nos vemos el año que viene”: sólo es el principio.

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