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Intervención de César Nombela en la presentación de la carta de bienvenida a Benedicto XVI

29/06/2010

Al dar la bienvenida a España al Santo Padre Benedicto XVI, me parece oportuno resaltar su constante invitación al uso de la razón, así como a la ampliación de sus límites, para que la razón humana se pueda disponer al servicio del hombre. Es un nuevo encuentro entre fe y racionalidad el que nos propone el Santo Padre, precisamente buscando el que la razón no se autolimite, sino que se abra a la lógica del don.
Benedicto XVI confía en la capacidad humana para extender los límites del conocimiento, a través de la investigación científica y técnica, como una actividad profundamente humana, que forma parte de la búsqueda de la verdad. "En la técnica, vista como una obra del propio talento, el hombre se reconoce a sí mismo y realiza su propia humanidad", afirma con rotundidad el texto de la encíclica Caritas in Veritate.
Esa búsqueda de la verdad constituye también una exigencia ética, el Santo Padre proclama que la verdad es la meta, la Ciencia y la Técnica son instrumentos para alcanzarla. La búsqueda de la verdad es una premisa de la actitud ética de la que no pueden prescindir quienes se afanan en crear y aplicar conocimiento racional.
Pero, igualmente, cabe a la libertad humana el situar ese progreso científico-técnico en una dimensión más ancha y acogedora. La Ciencia y la Técnica son verdad cuando se desarrollan en el marco de la objetividad y racionalidad que les tiene que caracterizar. Pero la Ciencia y la Técnica no son la verdad absoluta, no pueden constituir la única realidad totalizadora de la existencia humana. La enseñanza de Benedicto XVI constituye una propuesta liberadora, porque el avance de la Ciencia y la Técnica también puede ser factor de liberación para la Humanidad y, sobre todo, una propuesta redentora, enraizada en lo esencial del mensaje cristiano.
"El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma del hombre", así lo enfatiza el pontífice. Hoy, como siempre, el hombre es capaz de responder, desde su libertad, a las preguntas esenciales sobre el sentido de nuestra existencia. El mundo de hoy necesita este mensaje, necesita entender que: lejos de Dios, el hombre está inquieto y se hace frágil. Quienes así lo aceptamos hemos de dar cuenta de nuestra certeza como mejor forma de amar y servir a todos.

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