“Lo hemos conseguido”. John sonríe mientras abraza a su mujer en las escaleras del tribunal. “Ha pasado un año, pero hemos ganado”. John Zucchi, profesor de Historia en la Universidad McGill de Montreal (Canadá), presentó en junio de 2009 una denuncia contra el Ministerio de Educación de Québec con la Loyola High School de Montreal.
Al empezar el curso se presentó un nuevo programa de Ética y Cultura Religiosa (ERC) para los estudiantes canadienses, un programa que el Ministerio definía como “proyecto educativo para una sociedad pluralista”. En resumen: se eliminaba la enseñanza de la religión en nombre de una “cultura religiosa” más prudente, porque, según el ministro de Educación de Canadá, “sólo una escuela aconfesional puede garantizar la libertad de todos”.
“Según este programa”, explica John, “los profesores tienen que atenerse a una visión ‘neutral’ para que los estudiantes puedan desarrollarse autónomamente”. Las consecuencias son evidentes: la fe no incide en nada. Ni en la vida ni en el conocimiento. Se puede mencionar, pero nada más, mucho cuidado con juzgar a partir de la fe, puede parecer oscurantismo.
“Así se pierde toda posibilidad de educar”, comenta Zucchi. Si un profesor no puede expresar su posición frente a la ética, ¿qué enseñará a sus alumnos? “La enseñanza ‘neutral’ de la ética puede generar mucha confusión en chavales de 15 años”. Habría que preguntarse qué significa ser neutrales. Porque una posición neutral implica también una elección. “Si mis alumnos fueran neutrales, eso significaría o bien que están dormidos o bien que no entienden lo que estamos estudiando... Así que creí que no me podía quedar de brazos cruzados, y no sólo como profesor, también como padre”, cuenta este profesor canadiense. “Si en nombre del pluralismo suprimimos una posición de fe conscientemente, estamos perdiendo de vista la realidad”.
John primero lo comenta en casa y en la escuela de su hijo Thomas. Se confronta, pregunta y después decide: hay que enfrentarse al Ministerio.
Hoy, un año después, el tribunal de Quebec parece haber recibido el impacto de la provocación. El juez Gerard Dugré se ha pronunciado sobre la causa de la escuela católica de Montreal que había pedido que se reconsiderara el programa ERC preguntando “qué significa el requerimiento, para una escuela católica como la Loyola High School, de una actitud neutral”. El juez, “considerando el respeto a los derechos fundamentales, las instancias de tolerancia y multiculturalismo”, se ha declarado “muy sorprendido” por las ideas del ministro. “El Estado”, afirma, “no puede de ninguna manera obligar a un instituto religioso a enseñar según una perspectiva neutral”. Y luego va más allá. “Durante su intervención”, relata John, “ha insistido en que el fundamento del Estado canadiense está ‘en los principios que reconocen la primacía de Dios y del Estado de derecho’ (Carta de Derechos y Libertades)”.
“Estoy muy contento con el resultado. El ministro sigue firme en sus convicciones, de hecho ya nos ha comunicado que apelará para conseguir lo que quiere, pero no importa”. John sabe que la lucha no terminará pronto, “pero me sorprendo contento y tranquilo porque sé que no tengo nada que demostrar. Muchos nos atacarán, pero será una ocasión para decir lo que hay en el corazón. Sólo por esto me he implicado en la batalla de la Loyola High School, para volver a decir que lo que me constituye es una relación. Y en esto consiste también la educación”. El Ministerio, sin embargo, se ha rendido, renunciando a la aventura de educar. “La única posibilidad es una relación que educa y abraza a la persona”, pero eso no lo enseñan en el programa de ética.
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