El discernimiento ético sobre la moralidad de cualquier acto humano no puede prescindir de los principios, de lo contrario el deslizamiento por caminos utilitaristas conducirá irremediablemente a situaciones impredecibles. Bien es verdad que la ponderación de principios y valores se ubica, cada vez con más frecuencia, en situaciones límite. Aquellas en que se ha de enfrentar el valor de la vida humana, con otros valores, para sopesar cuál de ellos ha de reconocerse como prioritario. Nada tan irreversible como la muerte de un ser humano, sólo tenemos una vida que, desde el ámbito de los valores de la civilización, debe llegar a su fin de manera natural. La decisión autónoma de morir por inanición se ha de ponderar con la obligación de proteger la vida, que tiene la sociedad y consagran las leyes. En un ordenamiento jurídico, como el nuestro, que consagra la capacidad judicial de ordenar la alimentación médica, este criterio debe prevalecer. La autonomía para el ayuno puede determinar situaciones de privación de conciencia y, por tanto de libertad, como para cambiar de criterio.?Creo, por tanto, que en nuestro marco está justificada esta decisión de alimentar a la señora Haidar, sin perjuicio de que en España tratemos de compensar un pasado poco indecoroso en relación con la población saharahui.
* Catedrático de la Complutense
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