Se llamaba Jorge Steven López. Ahora es “el joven homosexual” asesinado. Homosexual: es la palabra clave que retorna en todo lo que se ha escrito sobre este delito cruel y absurdo. Homosexual: es la palabra que parece sintetizar lo que Jorge Steven ha sido y es. La usan “amigos” y “enemigos”. La usan aquellos que ya lo consideran un mártir, un héroe, los que están aprovechando su horrible muerte para llevar adelante la agenda homosexual y las batallas antidiscriminatorias. La usan aquellos que ven en él el pervertido, el degenerado, víctima de aquel bajo mundo de la prostitución y de la droga en el que se había metido voluntariamente.
Así, una vez más, la ideología borra al ser humano. Ayer eran las categorías de proletario y capitalista; hoy las de homosexual y homófobo. Y en nombre de batallas ideológicas se borra el drama humano concreto de dos jóvenes, dos seres humanos como tú y como yo, que antes de aquella terrible noche vivían a nuestro lado como toda la otra gente que hoy encontraremos en el trabajo o por la calle. Seres humanos, con nuestros mismos deseos de amar y ser amados, de belleza, de satisfacción total; en una palabra, de felicidad. Seres humanos también con nuestras mismas confusiones, con nuestra misma dramática incapacidad de llenar el abismo de deseo y de felicidad que es nuestro corazón.
Jorge Steven y Juan (sí, también Juan, el asesino) ¡cómo les siento hermanos! ¡Cómo cada uno de nosotros está cerca de la locura que les ha arrastrado y destruido aquella noche!
¿Delito en odio a un homosexual? Puede ser. No lo sé. Pero de seguro es delito de odio hacia la carne humana, hacia aquella carne banalizada y ofendida diariamente en nuestras televisiones y revistas, aquella carne que despierta deseos e imaginaciones que luego no sabe satisfacer. Delito en contra de lo humano que aquella carne revela y esconde. Delito en contra de aquella carne que otra Carne y otra Sangre han hecho sagrada para siempre. Carne y Sangre de un Dios que no le tuvo miedo a nuestra carne; y vino para abrazar con inmensa misericordia y ternura a toda carne humillada y ofendida: la de todos, la físicamente desfigurada de Jorge Steven, la víctima, y también la humanamente desfigurada de Juan, el asesino.
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