La reforma constitucional parece ya un hecho irreversible. Incluso el presidente Rajoy dice estar dispuesto para hablar de ello. Supongo que forzado por su soledad en el asunto. Me refiero al asunto más grave que tiene planteado España desde hace años. O sea, Cataluña. Esta insondable reforma se ha convertido en la pócima prodigiosa que pretende acabar con la epidemia tribal del separatismo. Alguien acuña una frase contundente al vuelo y, si la ocurrencia lleva envoltura de multiusos y no compromete a nada concreto, se expanden sus provechos como el bálsamo de Fierabrás. Sorprende la facilidad con que la martingala se instala en el día a día de la política y los medios de comunicación para tomar apariencia de realidad incuestionable. Sobre ella llueve un derrame de especulaciones. Parece el tema de un entremés cervantino...
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