Uno imagina fácilmente a Heinrich Himmler tratando de «sinvergüenza» a Otto Wels en la sesión parlamentaria de marzo de 1933, que abrió las puertas del poder absoluto a Adolf Hitler. Es más peregrino fantasear que el dirigente de las SS hubiera tenido la ocurrencia de tratar al socialdemócrata de «fascista». Hubiera sido un hilarante mundo al revés. Otto Wels fue depurado y murió en el exilio. A Himmler, sólo el suicidio lo salvó de la pena de muerte por sus crímenes contra la humanidad. Por aquel tiempo, las palabras significaban algo. Todavía...
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