Un viajero musulmán del siglo XVI llega a Roma a finales de febrero: “En esta época del año, los cristianos se vuelven locos y sólo regresan a la cordura cuando les imponen polvo de ceniza sobre la cabeza”. Dos siglos más tarde, en 1787, Goethe también asiste al carnaval de Roma. Al principio, la confusión, el frenetismo y el ruido de la multitud lo irritan: contrastan fuertemente con su talante estudioso y contenido. Pero se impone el reto de traducir ese descontrol literariamente. La mirada lúcida, extrañada y atenta de aquellos escritos de Goethe inauguran la actitud literaria del famoso flâneur: el que pasea confundido entre la multitud: atento y distante a la vez de la masa...
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