Hay sacerdotes que pasarán a la historia por haber legado algo grande y duradero a las generaciones futuras. Hay otros cuya memoria se perderá en el olvido, una vez el tiempo vaya consumiendo los hitos de las edades de los hombres.
Y sin embargo, su obra principal fue la de un testimonio sincero, silente, siempre trasparencia de Evangelio y pronto a dar razón de la fe, que es razón de esperanza.
En días pasados recibimos la noticia del fallecimiento de un sacerdote madrileño que representa a una generación sacerdotal que se está despidiendo para el presente. Una generación singular, forjada por la sangre de los mártires.
Estamos hablando de don Alfonso Muñoz Bernal, que fuera párroco del Santísimo Cristo de la Victoria, tío del también sacerdote don Alfonso Simón Muñoz, y, en cierto sentido, de esa constelación de sacerdotes y obispos formaban el grupo de “los golfines” Javier Martínez, Braulio Rodríguez, César Franco y Rafael Zornoza.
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