Es difícil saber si el Presidente Internacional de Comunión y Liberación, Julián Carrón, pasa últimamente mucho tiempo en España. Habría que analizar su agenda internacional desde hace meses.
Lo que no se puede negar es que en esta temporada, con motivo de la presentación de su último libro “La belleza desarmada”, se prodiga por estas tierras, quizá necesitadas de enfoques adecuados, de liderazgos eclesiales o de ideas marco que nos permitan digerir la complejidad del presente.
Sobre la audiencia de liderazgos en la Iglesia habría que escribir largo y tendido, por cierto. Más adelante, pues.
Esta semana estuvo en Madrid y se reunió, en el salón de actos de la Fundación Pablo VI, con su gente, con su público, que abarrotaba el local. El libro fue, al fin y al cabo, el motivo. Lo interesante ocurrió en el diálogo entre Julián Carrón y sus interlocutores, Mikel Azurmendi, antropólogo y filósofo, y Juan José Gómez Cadenas, físico y escritor.
Azurmendi puso la pelota en el lugar adecuado para que Julián Carrón rematara y metiera gol. Dijo: “Este es un libro muy serio que responde a tres grandes preguntas. ¿Por qué los cristianos abandonan el cristianismo?, ¿por qué estas evidencias, este prolijo pensamiento y libertad, parece que están agotados?, ¿estamos en un cambio de época o en una época de cambios?”.
El físico Gómez Cadenas, conocido en estos ambientes por su conversación con Javier Prades en Jot Down, se fue por la estética, la belleza metafísica de la física y concluyó su intervención sobre el misterio y lo no evidente: “Este es el catecismo que me habría gustado que me enseñaran de niño. Tiene mucho que decir y es interesante incluso cuando uno no lo suscribe. La osadía que tenéis me atrae mucho. La verdad que busca Carrón y que buscamos todos es como Ítaca, el lugar donde nos espera la felicidad y la redención, pero quizá no está allí Penélope o no lleguemos nunca. Pero en el viaje hacia allí necesitamos la belleza”.
El Pontificado del Papa Francisco está suponiendo una interpelación de primer orden a la conciencia cristiana, tanto respecto a las prioridades del contenido de la propuesta como a la forma del testimonio público de la fe y de sus consecuencias.
El libro de Carrón es una de las primeras respuestas a largo plazo sobre cuáles son las referencias de esa nueva forma de testimonio de la esperanza que exige el cambio de época en la que estamos inmersos. Ante un tiempo que se ha acabado y uno que no acaba de nacer, Carrón interpela en primera persona y nos zarandea para que no nos quedemos satisfechos en las rutinas a las que nos hemos acostumbrado, en la instituciones en las que nos hemos recostado.
Carrón demanda una reflexión activa, un examen de conciencia sobre cómo formulamos la propuesta cristiana, sobre la relación entre la realidad y las expectativas, dos ámbitos en los que nos jugamos siempre la felicidad.
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