Recientemente se conoció la noticia de que la Arquidiócesis de Munich y Freising ha abierto la causa de beatificación de Romano Guardini. La apertura oficial del proceso debería hacerla en el término de un año el cardenal Reinhard Marx. Constituye un evento muy especial, porque en cierta forma sella la continuidad ideal que une, con la evidente diversidad de estilos, al Papa Benedicto y al Papa Francisco. En efecto, Guardini fue el pensador ítalo alemán que marcó la formación intelectual y espiritual tanto de Ratzinger como de Bergoglio. Jorge Mario Bergoglio estuvo varios meses en Alemania en 1986, en la Facultad de Filosofía y Teología Sankt Georgen de Frankfurt, con el propósito de escribir una tesis doctoral sobre Guardini. Posteriormente debió abandonar el proyecto, pero no tanto como para olvidarlo. Bergoglio volvió después en varias oportunidades sobre su trabajo, sobre la idea fundamental guardiniana de la vida como oposición polar que encontramos en el centro de algunos pasajes fundamentales de la Evangelii gaudium. La admiración y el aprecio que el pontífice actual nutrió siempre por el testimonio cristiano y el pensamiento de Guardini sin duda no son extraños a la decisión de comenzar el proceso de beatificación. Un regalo de Francisco – quizás el más grande – a su predecesor.
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