Trabajar en estrecho contacto con los refugiados significa “compartir” la historia y el drama personal, ser “parte de su vida” y contribuir –en la medida de lo posible- a “aliviar los sufrimientos”. Y con el tiempo, volverse parte de su familia, como ha sucedido con la pequeña Mariana, “concebida en Mosul [Irak], que huyó a Erbil [en el Kurdistán iraquí], en el vientre de su mamá, y que crecerá en Canberra [Australia]”. O también, la del “carpintero de Mosul” y de su taller, “algo despojado, pero lleno de humanidad” en Amán, Jordania. Es lo que cuenta a AsiaNews don Mario Cornioli, un misionero fidei donum de origen italiano, que desde 2009 vive en Tierra Santa, al servicio del Patriarcado Latino de Jerusalén. Relatando la emergencia de refugiados, él subraya “el drama de los padres de familia, angustiados por el futuro de sus hijos”: muchos de ellos “se habrían quedado en su tierra de origen” incluso a pesar del Estado islámico, pero han partido “pensando en las nuevas generaciones”.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón