¿Por qué Dios permite el mal en esta vida? No lo entiendo. Quizás mi querido amigo Moisés Salgado, el prior de la abadía de Silos, tenga una respuesta. Él me dijo que hay que seguir buscando, pero yo sólo veo dolor, desolación y miseria. No comprendo por qué Yahvé sigue mudo. Mis oídos, como los de Schönberg, estallan ante ese clamoroso silencio y me pregunto por qué el Ser Supremo Todopoderoso permitió que en una noche de comienzos de 1945 los nazis gasearan a 300 niños judíos húngaros en el campo de Gusen, a unos pocos kilómetros de Mauthausen. Yo estuve allí y me conmoví al ver que lo único que ha quedado son los zapatitos de algunas víctimas. Muéstrate, Dios, ante tanta ignominia y tanto sufrimiento de los inocentes y haz justicia con los culpables.
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