Cuba sigue siendo una encrucijada de acontecimientos históricos. El sorpresivo comienzo del deshielo con Estados Unidos hace poco más de un año; el encuentro que se acaba de anunciar, inédito e inesperado, del Papa Francisco con Cirilo, Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, en el aeropuerto internacional José Martí de La Habana, antes de comenzar su visita a México; el anuncio inminente del fin de las negociaciones entre el gobierno de Colombia y las Farc, con la firma de los acuerdos de paz. Pero también hay otros cambios de trascendencia histórica que se perfilan en el horizonte y quizás podrían concretarse durante la Semana Santa del calendario litúrgico católico: el retiro del arzobispo de La Habana Jaime Ortega, quien ha guiado la iglesia cubana durante los últimos treinta años y sin sospecha de retórica se puede considerar como uno de los grandes y silenciosos artífices de la transformación pacífica del socialismo cubano a la que estamos asistiendo, y la sucesión de Raúl Castro, el vértice de la estructura de poder del estado cubano, del partido y del ejército.
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