Juan José Omella (Cretas, 1946) acaba de ser nombrado nuevo arzobispo de Barcelona en sustitución del cardenal Lluís Martínez Sistach (Barcelona, 1939), que a los 78 años colma una encomiable carrera eclesiástica, en la que ha estado al frente de las diócesis de Tortosa, Tarragona y Barcelona. Martínez Sistach ha prestado importantes servicios a la Santa Sede, en comunión con los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI -que le nombró cardenal en 2005- y Francisco. La labor pastoral del cardenal se ha caracterizado por la serenidad, el constante deseo de apagar los conflictos, el diálogo, la prudencia y una inteligente perspicacia a la hora de rehacer los puentes de la Iglesia catalana con Roma. En una fase caracterizada por la demolición y derribo de puentes imprescindibles, el cardenal de Barcelona se ha movido sabiamente en dirección contraria. Ha sido pontífice. La presencia del papa Benedicto XVI en la solemne ceremonia de consagración del templo de la Sagrada Familia, en noviembre del 2010, fue un momento importante para la sociedad catalana, sabiamente tejido por el arzobispo Martínez Sistach. Arte y cristianismo en Barcelona. La obra de Gaudí proyectada poderosamente al mundo y la lengua catalana empleada con toda naturalidad en una preciosa liturgia. Aquella ceremonia inaugural de la Sagrada Família pervive como un claro ejemplo de la positividad de Catalunya cuando puede construir los equilibrios adecuados, sin renunciar a lo que le es propio. Han transcurrido cinco años y han sucedido muchas cosas desde entonces. En las actuales circunstancias, seguramente una mayoría de la sociedad catalana comienza a sentir nostalgia de aquel momento: espiritualidad, belleza, serenidad, elegancia, sabiduría, prestigio e inteligente proyección del idioma y la cultura catalana en el mundo. El cardenal Martínez Sistach abandona el palacio episcopal de Barcelona con una notable contribución al bien común. Gracias, cardenal.
El arzobispo Omella llega a Barcelona con el sello personal del papa Francisco en su nombramiento. Así es en todos los casos, pero en esta ocasión la expresión puede ser interpretada con la máxima literalidad. La Santa Sede ha concedido a Martínez Sistach una generosa prórroga de tres años después de alcanzar la edad de jubilación y en ese periodo ha tenido tiempo más que suficiente para evaluar los criterios de sucesión en una de las diócesis más importantes del catolicismo ¬europeo, con un trasfondo político y social cuando menos delicado. "Hay que cogerlo con pinzas", declaraba el Papa Francisco en una entrevista exclusiva con La Vanguardia, en junio del año pasado, cuando el periodista Henrique Cymerman le preguntaba su opinión sobre el auge del independentismo en Catalunya. El arzobispo Omella, hijo de la Franja, catalanohablante desde la infancia, exmisionero, obispo en Aragón y La Rioja, llega a Barcelona seguramente con esas pinzas invocadas por el Papa. Todo indica, sin embargo, que su principal instrumental será otro: la pastoral social, una mayor aproximación de la Iglesia a los pobres y a los que sufren, la humildad y la concordia.
En sus primeras declaraciones, ayer mismo, el nuevo arzobispo afirmaba que no va a Catalunya a imponer nada, sino a escuchar, a aprender y a dar la mano. Barcelona entera, no sólo los creyentes, será acogedora, sin prejuicios, y, menos aún, sin inútiles sectarismos políticos. Bienvenido, monseñor Omella.
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