El discurso del Papa Francisco con motivo del II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares ha ofrecido una profética lectura de este momento histórico desde la sabiduría del Evangelio, en continuidad con todo el patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia. Francisco ha sostenido la necesidad de un cambio real, pero ha advertido que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina por corromperse y sucumbir. El Papa ha reconocido que no existe una receta, que hace falta sembrar y regar con paciencia, y que la historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios ha puesto en el corazón. Ha pedido apasionadamente el concurso de los Gobiernos, los movimientos populares y otros actores sociales, para lograr una economía al servicio del hombre y de los pueblos, sin exclusiones ni descartes, basada en los principios de solidaridad y subsidiariedad. Ha denunciado también las nuevas formas de colonialismo ideológico y la persecución que sufren los cristianos en muchos lugares de la tierra.
Como ya hicieron sus predecesores, Francisco ha pedido perdón ante las poblaciones indígenas por los pecados cometidos contra ellas, a veces en nombre de Dios, al tiempo que ha recordado que la Iglesia forma parte de la identidad de los pueblos latinoamericanos y que ha suscitado obras conmovedoras de promoción humana y de amor, que algunos poderosos tratan de borrar.
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