A lo lejos, desde el desolado y sinuoso camino que conduce hasta su puerta, cuesta adivinar la silueta precisa del monasterio de Mar Matta (San Mateo, en siríaco). Encaramado en el monte Alfaf, se camufla desde hace 1.600 años entre sus pliegues rocosos, salpicados de pequeños arbustos. A solo 20 kilómetros al noreste de Mosul, el santuario más vetusto de Irak domina la llanura de la provincia de Nínive -habitada hoy por los escuadrones del Estado Islámico- y se halla a un tiro de piedra de las trincheras en las que batallan yihadistas y 'peshmergas' (soldados kurdos). Entre sus muros, cinco monjes de la Iglesia Ortodoxa Siria y varias familias cristianas expulsadas del califato observan las escaramuzas con la firme voluntad de resistir. "Estamos en la primera línea del frente, a 5 kilómetros de los combates o quizás menos, pero tenemos fe en dios y nos protege nuestro fundador, San Mateo", confiesa el fraile Yusef Ibrahim, encargado de los asuntos administrativos del recinto.
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