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PRENSA

Darwin y el padrenuestro

Antoni Puigverd
10/03/2015 - La Vanguardia

Hemos leído y escuchado estos días frontales ataques al currículo de religión católica para las enseñanzas primaria y secundaria publicados en el BOE del pasado 24 de febrero. A nadie ha extrañado la contundencia crítica. Y es que la carga emotiva e ideológica que envuelve a la creencia religiosa en España es, por compleja, inefable. Encuentra su expresión más trágica en las quemas de conventos y en los asesinatos de religiosos en diversos episodios del siglo XX; pero también en la imposición del catolicismo como religión de Estado, durante siglos, y de manera especialmente represiva, obsesiva e irritante durante el franquismo. El recuerdo del nacionalcatolicismo convierte en insoportable para un gran número de ciudadanos toda vinculación del Estado con el catolicismo (no así con el islam, pues en el BOE de 11 de diciembre del 2014 se publicó el currículo de la enseñanza de la religión islámica y no fue noticia). Tres son los argumentos que los críticos han repetido: la asignatura de religión -se ha dicho- es doctrinaria y catequética; es contraria a la verdad científica; y convertirla en materia evaluable significa el retorno al franquismo.

Algunos ítems del nuevo currículo han suscitado escándalo. Por ejemplo: "La memorización y reproducción de formulas sencillas de petición y agradecimiento", requerimiento que sólo puede considerarse un retorno a la oración en la escuela si se aísla del anexo introductorio del currículo publicado por el BOE, en el que se afirma: "Conviene subrayar, por tanto, que lejos de una finalidad catequética o de adoctrinamiento, la enseñanza de la religión católica ilustra a los estudiantes sobre la identidad del cristianismo y la vida cristiana". Conocer y comentar el padrenuestro equivale, en términos académicos, a conocer y recitar la Oda a Walt Whitman de García Lorca, por ejemplo. Esta lectura no convierte al alumno en escritor, sino en lector crítico, ni al profesor en promotor de la homosexualidad. Leer y estudiar en el bachillerato fragmentos de Feuerbach, Marx o Nietzsche no convierte al profesor o a sus alumnos en ateos, marxistas o nihilistas.

También el ítem que describe a Dios como creador ha suscitado escándalo. Los críticos identifican el Génesis con las teorías creacionistas. Ignoran que la Iglesia católica lleva décadas aceptando a Darwin. Desde Pío XII los católicos fueron invitados a participar en la discusión del evolucionismo. Ya en 1996 Juan Pablo II lo consideró "más que una hipótesis" y reconoció la formidable huella de Darwin en la ciencia moderna y afirmando que es conciliable con la doctrina católica de la creación de las almas. Ahora bien: una cosa es el darwinismo científico y otra el uso ideológico del darwinismo. Dicho uso, muy popular en nuestros lares, da por supuesto que el darwinismo ha vaciado por dentro todo interrogante teológico y antropológico, lo que convierte en estúpida cualquier interrogación sobre Dios y sobre el ser humano. En los comentarios más duros leídos estos días hemos tenido sonora noticia de este fundamentalismo darwiniano, displicente con el catolicismo, pero heredero de la tradición inquisitorial, pues envía al infierno del oscurantismo a los partidarios de ofrecer el estudio (¡voluntario!) de la religión a niños y adolescentes.

Lo que más ha ofendido a los críticos de la asignatura de religión es el ítem que propone "reconocer la incapacidad de la persona para llegar por sí misma a la felicidad". Forma parte del relato esencial de todas las religiones, pero choca con la visión antropológica que predomina en Occidente: la de un ser humano libre y autosuficiente capaz de conquistar por sí mismo los objetivos que se propone. No queda espacio para preguntarnos si, por haberse librado de Dios, el ser humano contemporáneo está más cerca de la felicidad (apuntaré sólo que ahora la felicidad tiende a identificarse con el máximo número de experiencias de placer). Pero es inevitable constatar que las visiones religiosa y laica de la existencia son incompatibles. Por lo tanto, la pregunta pertinente es: ¿En nombre de qué ley superior debe eliminarse la enseñanza religiosa voluntaria?

Acabaré el artículo transcribiendo un diálogo esclarecedor que el pensador Gregorio Luri publicó en su blog El Café de Ocata. Resume a la perfección la prepotencia con que el fundamentalismo laicista impera en muchos medios.

"Hoy me han llamado de varios medios, querían que les confirmase por teléfono la posición que ya habían tomado sobre el programa de educación católica elaborado por católicos.

-Me gustaría que me dieras tu opinión pedagógica.

-Es que aquí no hay un caso pedagógico.

-¿Cómo que no?

-Esto no tiene nada que ver con la pedagogía, sino con los derechos civiles.

-¿Entonces te parece bien lo que dicen?

-A quien tiene que parecérselo es a los padres que libremente eligen la asignatura de religión.

-Pero los padres no se leen los programas de religión.

-No, ni los electores los programas del partido al que votan.

-¿Pero me puedes dar una valoración pedagógica?

-¡Y dale!

-¿Es que has visto lo que dice?

-Es lo que tienen los dogmas de una religión, que a la gente del resto de religiones, les parecen mitos. Precisamente por eso hemos hecho del pluralismo uno de los valores democráticos supremos. ¿Por qué no me preguntas si soy partidario del pluralismo? ¿O dicen algo inconstitucional?

-...

-...

-Ya veo que te parece bien".

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