En unos momentos de ausencia de liderazgos morales, la figura de Jorge Mario Bergoglio emerge como un referente, no únicamente para el mundo católico. La semana pasada la empezó en Estrasburgo y la terminó en Estambul. El Parlamento Europeo escuchó a un Papa que denunciaba que los grandes ideales que inspiraron la UE han perdido atracción por culpa de los egoísmos de los estados y de la burocracia de Bruselas. Criticó la pasividad de los políticos ante la injusticia y la falta de valores colectivos, mientras reivindicaba la dignidad de los trabajadores y la solidaridad con los que sufren. En el avión de vuelta, un periodista le preguntó si se sentía un Pontífice socialdemócrata, a lo que Francisco respondió con una sonrisa en los labios diciendo que eso era un reduccionismo, que él hablaba por boca del Evangelio y que la doctrina social de la Iglesia es clara en este sentido, al tiempo que inspiró a los fundadores de la UE.
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